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Carlos López Urrutía, El Real Ejército de California 

CAPITULO CINCO

SEGUNDO GOBIERNO DE FAGES

(1782-1791)

Instrucción de Neve a Fages

Mientras Neve y Fages marchaban hacia el Colorado para combatir a los yumas, el presidio de Monterey y por ende, la gobernación de California, había quedado a cargo del capitán ayudante Don Nicolás Soler. Era Soler un hombre difícil: ambicioso, rencoroso y probablemente frustrado en sus deseos de alcanzar grados más altos, como había sido el caso de Rivera. Pero si mientras al capitán Rivera sus compañeros y la tropa le tenían gran estima, Soler era lo contrario. Sus difíciles cualidades lo hacían en extremo antipático a la tropa. Neve le había dejado instrucciones específicas en los que se refería a la inspección e instrucción de los soldados.(1) Como esperaba volver, no le dejó orden alguna sobre su conducta en el gobierno de la provincia o en la administración del presidio. En cambio, a Fages le dejó detalladas notas contenidas en 18 artículos cuya lectura muestra una sabia política hacia los indios, soldados, pobladores y misioneros.(2)

La Instrucción sugiere que se trate a los indios con cariño y respeto, regalándoles collares de cuentas para lo que ha dejado una buena provisión en varios lugares. Al mismo tiempo menciona el caso del cacique Yanolali de Santa Barbara cuya amistad y respeto se ha ganado, no sólo con obsequios, sino mostrándole que en caso de indisciplina estaba dispuesto a castigar a sus propios soldados obligándoles a mantener guardias a pleno sol con tres o más cueras. Aconseja castigos y perdones para aquellos que roben o maten ganado, llevándolos al presidio y después de hacerles ver su mal proceder, darles alguna regalo como incentivo para su mejor conducta. Sugiere también que se trate de apaciguar a las tribus al sur de San Diego que han dado muerte al cabo Antonio Briones y que pueden amenazar las comunicaciones con Baja California. Fages, iba a seguir al pié de la letra e incluso mejoraría las instrucciones sobre los indios que renegaban la fe y se hallaban fugitivos. No debe la tropa ir a buscarlos. Lo lógico es que vayan en su busca los misioneros o los indios amigos. En caso de urgente necesidad, como puede ser el caso en Soledad, deben tomarse todas las precauciones para impedir un encuentro violento y toda efusión de sangre.

Queda también muy en claro que la guía y la ley para el nuevo gobernador deben ser los reglamentos de presidios y de la península, poniendo especial cuidado en que se observen las regulaciones de los habilitados.

El artículo 9 se refiere a las ciudades y la importancia que tienen en el abastecimiento de granos para los presidios. Le entregó también instrucciones precisas sobre la matanza del ganado que debía efectuarse en los meses de febrero y en septiembre. Debían carnearse unas 24 vacas viejas o bueyes distribuyendo la carne entre la tropa y reservando el sebo y los cueros para beneficio del tesoro real. La carne que no pueda consumirse deberá secarse en tiras de charqui y distribuirse a las escoltas y presidios. Como la carne de oveja no es muy apetecida gracias a la abundancia del ganado vacuno, Neve sugiere vender los borregos a los nuevos pobladores.

Más adelante declara la necesidad de establecer un archivo con todas las cédulas, ordenes, reglamentos, informes y otros papeles importantes. Bancroft alcanzó a hacer uso de esta importante colección de documentos para la historia de California que se perdería más tarde en el incendio que siguió al terremoto en la ciudad de San Francisco en abril de 1906.

El último artículo se refiere a las relaciones con los religiosos que ya dice haberle dado verbalmente a su sucesor y que le recomienda que el mejor camino es evadir toda ocasión y asuntos que puedan prestarse a discordias o desacuerdos.

Fages busca una nueva ruta

Armado con estas instrucciones tomó Fages el camino a su nuevo cargo. Pero esta vez no siguió la ruta que había abierto de Anza por el desierto de Borrego hacia San Gabriel. Decidió en vez, abrirse camino por la sierra en derechura hacia San Diego. Fages podía arriesgarse a explorar esta ruta pues no llevaba niños ni mujeres, apenas unas pocas bestias de carga y sus soldados iban preparados para una campaña en el desierto. Pudieron entonces sortear sin dificultad los rigores del terreno. Después de descender 83 metros bajo el nivel del mar en lo que sería más tarde el Salton Sea, escalaron las montañas de Cayumaca de 760 metros de altura para llegar el 20 de abril de 1782 a la misión de San Diego. Habían atravesado casi 250 kilómetros de terreno muy montañoso en siete días. Esta ruta que para las tropas reales resultó impráctica, sería más tarde un importante camino para los norteamericanos y el General Kearney abriría un camino para carretas en la misma ruta.(3)

Inspección de presidios, misiones y pueblos

Fages comenzó su tarea inspeccionando la fuerza del presidio de San Diego. La encontró en buenas condiciones que atestigua los cambios ocurridos desde su administración anterior. Ortega había tomado el mando de Santa Barbara y en su reemplazo estaba el teniente José Zuñiga que no desmerecía de su antecesor. Zuñiga tenía bajo su mando a un sargento, cinco cabos y 46 soldados. De esta gente, 22 se encontraban destacados en las misiones de la zona y otros en el nuevo pueblo de Los Angeles. La guarnición permanente se mantenía entonces en 24 soldados, el sargento y dos cabos. Dos artífices civiles, un carpintero y herrero y algunos sirvientes completaban la dotación del puesto militar. La lista de armas estaba bastante completa pues tenían 44 espadas, 48 lanzas, 49 escopetas, 11 pistolas, 47 cueras, 49 adargas, 52 sillas de montar, 50 caballos y 107 mulas. Esta lista muestra una falta de pistolas, pues el reglamento requería un par por cada soldado, y de caballos. La caballada de este presidio siempre estuvo corta. Ya en su primera visita Neve había encontrado 37 caballos "malsanos" y apenas 70 mulas. El reglamento contemplaba una "piara" de siete caballos para cada soldado.

Los edificios se hallaban en buen estado. La muralla se había construido de adobes y Fages no dice que necesitaba repararse o completarse lo que hace pensar que encuadraba todos los edificios donde vivían unas 150 personas. Hay otras versiones que afirman que esta muralla no se completó hasta después del gobierno de Fages.(4)

El nuevo gobernador continuó su viaje haciendo una visita de inspección a presidios, custodias y pueblos. En Santa Barbara, Ortega había continuado con la construcción del presidio usando primordialmente adobes, pero donde pudo, se usó cemento y la fundación de la pared exterior era de piedra. Se usó la teja para los techos y se construyeron con vigas de palo colorado traído por los paquebotes desde Monterey. Las memorias de José María Romero, hijo de uno de los soldados, refiriéndose a un encuentro que tuvo su padre con un puma, dicen textualmente: "Este incidente ocurrió cuando traían madera de las montañas pues no había indios cristianos, y los soldados tuvieron que hacer todo tipo de trabajo durante la fundación del presidio: cortar madera, hacer adobes y tejas y todo lo que fuera necesario para construir los edificios."(5) Bancroft dice que los soldados contribuyeron $ 1200 pesos en la construcción, cantidad que les fue retribuida como gratificación. Al parecer la guarnición de este presidio era tropa escogida de lo mejor que disponía Neve y con las buenas calidades de su jefe iba a dar muy pocos problemas y quehaceres al gobernador. Sólo Soler encontraría defectos como se verá más adelante. La fuerza consistía en 54 soldados, dos cabos, tres sargentos y un alférez. Al establecerse las otras dos misiones, 18 soldados se destacarían en esas dos custodias. Al llegar Fages, la guardia de Buenaventura era de 15 hombres al mando de un sargento. La compañía de Santa Barbara era la mejor equipada de California y se mantenía en permanente estado de alerta, con centinelas, caballos ensilladas en todo momento y pólvora seca y lista.(6)

Exhortación a los indios fugitivos

Aunque Neve temía una sublevación de los aborígenes en la zona del canal, esto no ocurrió durante el período español. Por el contrario, trabajaron tan bien el campo que la sobreproducción de granos llegó a tal extremo que en 1785 el comandante general ordenaba que no se sembrara esa temporada.

En su viaje, Fages hizo proclamar en todas las rancherías que venía como amigo y protector pero junto con repartir cuentas de vidrio previno a los indios que iba a sancionar con severidad cualquier acto hóstil. Al visitar cada misión, pidió a los neófitos que notificaran a los fugitivos que si no regresaban por su propia iniciativa, iría el a buscarlos y al mismo tiempo los exhortaba a su buen comportamiento. Los indios que recordaban su gobierno anterior, acataron y aceptaron sus exhortos y fue así como durante su gobierno hubo muy pocos incidentes con los nativos.

Esta nueva actitud fue muy bien recibida por soldados, misioneros e indios. A los primeros, se les eximía de una enorme responsabilidad cual era la de buscar fugitivos, tarea peligroso que acarreaba grandes riesgos. Léase por ejemplo la siguiente versión:

Poco después de la fundación de Santa Barbara, por orden del gobernador, salió un padre por tres meses a ganarse los indios de las montañas y de los tulares. Llevaba una escolta de soldados y los indios, los cuales eran muy malos, atacaron a los soldados obligándolos a abrirse paso. Los indios se refugiaban en cuevas secretas y desde allí atacaban a los soldados que pasaban desapercibidos, de manera que algunos soldados fueron heridos.(7)

San Francisco: dificultades entre frailes y soldados

Después de visitar e inspeccionar San José, Fages continuó a San Francisco. Allí encontró la menor concentración de tropa: 34 hombres además de los oficiales, de los cuales diez servían en Santa Clara y San José como custodia. El comandante era el teniente José Moraga cuyo grado había sido confirmado por una real orden en 1782.. El presidio estaba en mal estado pues algunos inviernos muy lluviosos habían causado el derrumbe de las paredes y de algunos edificios, volviéndose la antigua construcción de cañas y barro. Las dificultades de acarrear la madera al lugar del presidio eran evidentes y las pésimas construcciones pueden también haber sido causadas por la falta de artesanos experimentados. Bancroft dice que una tormenta en enero de 1784 se llevó toda una esquina del presidio. Soler consideraba el sitio inhospitalario y en su informe sugería abandonarlo lo que Fages, por supuesto, no aceptó. Los indios se comportaban bastante bien ya que su número era muy reducido y con la excepción del robo ocasional de un ternero o un potrillo no hubo necesidad de castigos ni persecuciones. Más problemas dieron los misioneros que por dos años no habían cantado misa en el presidio pero con la conclusión de la capilla en febrero de 1784 los frailes retornaron. Aunque en todos los presidios se daban las mismas condiciones de animosidad entre soldados y frailes en ningún otro presidio se vio una mayor enemistad que en San Francisco.

La fricción entre militares y religiosos era mucho más profunda que la actitud de anticlerical e iba más allá de los apodos e insultos que usaban los soldados. Mientras el sacerdote venía con excelente disposición, con la esperanza de sacrificarse en lo temporal, incluso la vida misma por el amor de Dios y resignado a pasar el resto de sus días en la castidad, pobreza y otras privaciones, el recluta enviado a California era, según los frailes, "ignorante, falto de disciplina y obediencia haciéndolo poco menos que inútil; no le molesta el servicio siempre que se le de para sus vicios." El soldado que se apegaba a los frailes era apodado "frailero" por sus compañeros y rara vez los oficiales mostraban más cariño hacia los misioneros que la tropa. Era frecuente que los soldados se negaran a ayudar en las construcciones de la misión y el teniente coronel tuvo que amonestar a los tenientes y castigar severamente a los desobedientes.

Fages en Monterey

A fines de Octubre de 1782 llegaba Fages por fin a la capital de su territorio, Monterey. Encontró el presidio en mucho mejores condiciones de las que lo había dejado en 1774 y se dio por entero a mejorar la casa del comandante, a establecer un jardín, una huerta y a plantar árboles frutales. La razón era que habiendo convencido a su esposa de las bondades de California, la señora llegaría pronto a Monterey.

Los historiadores anglo-americanos están de acuerdo en que la década del gobierno de Fages fue un período plácido sin acontecimientos notables cuyos anales muestran muy poco salvo incidentes locales. La estadía de Pedro Fages en Monterey no fue sin embargo, fácil. Su primer problema fue el capitán ayudante Nicolás Soler. Algunos historiadores consideran a Fages una persona simpática que "llega hasta nosotros con una personalidad radiante".(8) Su comportamiento desde el punto de vista militar, deja mucho que desear. El teniente coronel no poseía un don de mando. Ya se ha visto sus dificultades con Rivera durante su primera administración. Es verdad que en esa ocasión existía una anómala situación en que él, como gobernador y teniente, no podía estar subordinado a un capitán. Ahora, en 1783, su capitán ayudante mostraba un comportamiento irregular y hasta cierto punto, irrespetuoso. Fages se excusa culpando a Neve de no haber dejado en claro en el reglamento las obligaciones y deberes del capitán ayudante. Todo lo contrario, el reglamento está clarísimo y habría bastado con una actitud firme de parte del teniente coronel hacia el capitán para poner fin al asunto.

Para empezar, Soler no entregó el mando de la guarnición del presidio que debería estar bajo el mando directo del teniente Gonzalez. Tampoco entregó la inspectoría. Fages no se lo pidió ni tampoco le dio orden alguna al respecto. Se limitó a esperar que Solers entregara los cargos. El hecho de que los dos oficiales eran amigos y hasta compadres, complicó de sobremanera la
situación. Fages toleró demasiado dejando pesar la amistad sobre asuntos de administración militar en la que no pueden intervenir las relaciones familiares. Algunos historiadores han visto envidia por parte de Soler y la verdad es que el capitán insistía hasta la exageración en que estaba cumpliendo con el reglamento cada vez que interfería con una orden o con las labores del gobernador. Fages, en vez de enviarlo de vuelta a la Comandancia general, ¡pidió instrucciones!

Los inhábiles habilitados

El sistema contemplado en el reglamento de Neve con respecto a la contabilidad dependía de la habilidad de quien se designara como habilitado. Los soldados elegirían por pluralidad de votos a dos apoderados y éstos, reunidos junto con el alférez en la casa del comandante, procederían a la designación del habilitado.(9) Tanto el capitán como el teniente coronel comprendían que se necesitaba un comandante competente y un habilitado de igual categoría en cada presidio. La dificultad estaba en que ambos oficiales no estaban de acuerdo a las aptitudes de sus subordinados y en que sencillamente no había ocho oficiales con las cualidades necesarias. Soler pretendía hacer combinaciones de manera que se estableciera un equilibrio en cada presidio. Ambos coincidían en que Zuñiga, Sal, Goicoechea y Argüello eran los más capaces pero iba a tomar tiempo y paciencia antes de que se distribuyera este talento a cada presidio combinando las aptitudes de habilitados y comandantes.

Soler insistía en relevar a Ortega de la comandancia en Santa Barbara. Este teniente había ascendido de sargento ante la recomendación del padre Serra al virrey y era, sin duda, un hombre talentoso y capacitado como lo demuestra su desempeño en San Diego y más tarde en la fundación de Santa Barbara. Soler sin embargo, estaba pronto a buscar irregularidades y a encontrarlas aunque en la práctica no existieran. No se comprende que Fages haya consentido, pero así sucedió y en enero de 1784, el teniente Felipe de Goicoechea lo relevaba. El nuevo comandante no probó ser mejor que el anterior y Soler quería reemplazarlo por Zuñiga con un habilitado incompetente o reponer a Ortega con un buen habilitado. Fages rehusó sacar a Zuñiga de San Diego y obligó a Soler a aceptar los nombramientos que el mismo había sugerido.

En 1786 fallecía Moraga el fundador de San José y el único comandante que había tenido el presidio de San Francisco. Fages tomó la oportunidad para cambiar comandantes y ofreció a Ortega el mando de uno de los tres presidios del norte. Ortega se inclinó primero por Santa Barbara pero eligió Monterey donde tomó el mando de la compañía presidial en 1786.

Una situación más difícil se presentó con Hemeregildo Sal. Este militar tenía una buena educación y cierta agilidad mental. Neve lo llevó a Monterey para que arreglara las cuentas de su comisario. Su excelente desempeño le valió el ascenso a alférez y al ser suspendido Gonzalez por insubordinación, quedó como comandante interino del presidio. Allí, por razones desconocidas cayó en desgracia de Soler que lo acusó de malversación de fondos reales en agosto de 1787. Se le puso bajo arresto domiciliario. Sal que sospechaba un interés de Soler por su mujer, amenazó con matarlo. Al ampliarse la investigación del supuesto defalco en el que se acusaba a Sal de la pérdida de 3000 pesos, Fages se dio cuenta de lo que sucedía y tuvo que poner también en arresto a Soler, obligándolo a desempeñar sus funciones calladamente y sin pasar por el patio principal, debiendo caminar hasta su despacho por detrás de la capilla. El proceso tardó tres años, al cabo de los cuales no sólo fue Sal totalmente exonerado, sino que se le reconoció un saldo a su favor de 600 pesos.

La disputa con Sal había colmado la paciencia del teniente coronel y Fages pidió su reemplazo al comandante general. Soler pidió una investigación general pidiendo que se le sometiera a un sumario alegando que no podía desempeñar su cargo bajo Fages. Pero el general Jacobo Ugarte y Loyola que desde 1785 era el comandante general, dio la orden de abolir su cargo y su traslado inmediato a Arispe. Esta orden llegó en Agosto de 1788. Nombrado comandante en Tucson, el capitán Soler falleció en ese presidio en 1790. Al salir de California, debía siete mil pesos a las cuentas del presidio, deuda que no alcanzó a pagar a pesar de encontrarse a medio sueldo el resto de sus días.

Otro oficial que iba a causar grandes dolores de cabeza al gobernador era el teniente Diego Gonzalez. Don Diego era natural de Ceste del Campo en Castilla y a los 26 años había sentado plaza de soldado, a los dos años era cabo, cargo en que sirvió tres años. Después de 10 años de servicio como sargento se le ascendió a alférez. Veterano con muchos años de campaña en la línea de presidios de las Provincias Internas se le seleccionó como teniente para el servicio de California en 1779 cuando tenía 43 años de edad. Fages que lo conocía bien, dice que "no tiene narizes ní asiento".(10) Mujeriego, borrachín y jugador empedernido, había sido puesto bajo arresto en Monterey en 1784. Se sospechaba entre otras cosas que había traficado ilegalmente con el galeón de Manila. El propio Fages daba la orden a Soler por escrito: "Ordeno el arresto por insubordinación del teniente Diego Gonzalez. A pesar de la prohibición de los juegos de azar, ha perdido dos caballos a sus soldados."(11) Soler había tratado de reemplazarlo en esa plaza sin éxito. Al morir Moraga en Julio de 1785 se le destinó a San Francisco por su antigüedad. Su conducta allí fue tan escandalosa que por orden del gobernador fue puesto bajo arresto por su propio alférez, José Ramón Lasso de la Vega.

Lasso de la Vega que actuaba como habilitado en San Francisco era incapaz de mantener sus cuentas al día. Soler descubrió pérdidas de 800 pesos en 1782 y para 1787 el déficit era enorme. Fages culpó a Soler por no haberlo supervisado mejor lo que constituía una falta de disciplina. Lasso culpó a los soldados que se robaban la mercancía, y agregaba que el azúcar se derretía en el transporte y almacenamiento. El general Ugarte ordenó que se le despidiera del servicio cuando terminara de pagar la deuda. Pero más tarde, Romeu lo suspendería en 1791. El virrey le concedería el retiro a medio sueldo como inválido. Lasso formó su hogar en California sirviendo como maestro de escuela en San José.

Dificultades familiares

Pero los problemas con sus oficiales iban a palidecer comparados con los que le iba a dar su esposa Doña Eulalia Callis. Fages fue a recibirla en Loreto en 1783. En enero de 1784 se encontraba ya en Monterey con su hijo Pedrito. La señora dio muestras de gran generosidad. Enternecida por la pobreza de los indios, empezó repartiendo sus propias vestimentas hasta que Don Pedro hubo de hacerle ver que esas prendas no podían reemplazarse en la remota California. Esta cualidad mantuvo durante toda su residencia en Monterey dejando un recuerdo de caridad y cariño por los pobres y los enfermos. Pero al año de estadía y después de haberle presentado con una hija, la señora gobernadora se negó a compartir el lecho con su esposo. Fages acostumbrado como estaba a vivir sin su mujer, no se inmutó pero doña Eulalia trató de buscar la causa de su resignación y creyó hallarla en una sirviente india. El 3 de febrero de 1785--nótese que se ha conservado la fecha-- la gobernadora armó un escándalo que conmovió al presidio entero. A pedido de Fages, los frailes de la misión trataron de hacerla entrar en vereda. Ella contestó que se iría con el mismo diablo antes que vivir otra vez con su marido. Fages tenía que salir en visita de inspección y antes que dejar a la señora escandalizando en Monterey, la hizo llevar a Carmel donde los frailes tuvieron que amenazarla con azotes y cadenas. El compadre Soler, nos imaginamos que era el padrino de la hijita nacida en San Francisco, trató por todos los medios de remediar la situación. Curiosamente, el problema desapareció calladamente y desde 1785 no se tienen noticias de desavenencias familiares entre los Fages. No cejó por esto doña Eulalia en sus esfuerzos de abandonar California y escribía a la Audiencia, al Virrey y a España, solicitando el traslado de su marido alegando que el clima era injurioso para su salud.

El informe del capitán Soler

El capitán general que se encontraba a miles de kilómetros de distancia y que no había visitado nunca California, tuvo la ocurrencia de solicitar al capitán Soler un informe sobre California. El capitán tuvo "éxito en hacer el total ridículo" con su informe.(12) Comienza su documento declarando que no tiene cabeza para presentar ningún proyecto. Siguen 35 artículos, algunos tan faltos de mérito que no merecen discutirse. Para empezar, sugiere el abandono del presidio de San Francisco y el traslado de la tropa a Santa Barbara. Los presidios deben estar al mando de un capitán. Los soldados no deben cuidar el ganado y para lograrlo, las manadas deben reducirse terminando con el envío de ganado al sur. Otras sugerencias se refieren también a los soldados. En cuanto a los indios, han sido ya neófitos por bastante tiempo y es hora de que se conviertan en ciudadanos pues el gobierno ya ha invertido lo suficiente en ellos. Se deben retirar las custodias de pueblos y misiones y de esta manera los infieles vendrán por su propia voluntad a los pueblos y misiones atraídos por las buenas condiciones. Con esto no se necesitará la labor de los misioneros.

Tales recomendaciones no podían enviarse al comandante general sin comentarios y Fages remite su propio informe el 8 de noviembre de 1787. La secularización de las misiones llegaría a su debido tiempo y no puede acreditársele a Soler ni una sola reforma que haya provenido de las recomendaciones.

Los eternos problemas con los franciscanos

Se recordará que el padre Serra había viajado a la ciudad de México en 1773 con el declarado propósito de obtener el traslado de Fages de la comandancia en Monterey. Lo lógico hubiera sido que estos dos hombres hubieran reanudado con encono su enemistad al regresar Fages a la comandancia. Pero no sucedió así. Serra se hallaba en el final de su carrera y de su vida y después de haber tenido que soportar a Rivera y a Neve, su antiguo adversario era talvez el mejor. El teniente coronel por su parte, había aprendido mucho desde que era teniente y guardó buen recaudo de las instrucciones de Neve que le aconsejaba ignorar los insultos vedados que se le harían y de mantener una relación que evitara las discusiones y desacuerdos.

La salud de Serra era para entonces bastante precaria y el 28 de agosto de 1784 fallecía en la misión de Carmel. Sus exequias fúnebres se vieron revestidas con toda la pompa que los exiguos medios de la misión y del presidio podían brindar. Asistió el capitán ayudante Soler y el teniente Gonzalez comandante de la tropa con la mayoría de su gente ya que se dejó sólo una pequeña guardia. Salvas de artillería fueron rendidas por los dos bergantines que se hallaban al ancla y que fueron contestadas por el presidio, "como si se tratara de los funerales de un general" dice Paloú. Terminada la ceremonia, Paloú dice que entregó a los soldados de la tropa y a otros amigos particulares pedazos de la ropa interior como reliquias.(13)

Después del fallecimiento de Serra el padre Fermín Francisco Lasuén quedó como presidente de las misiones. Fages tendría que coordinar con él las relaciones eclesiástico-militar-políticas. La documentación existente indica que Fages hizo todo lo posible por mantener relaciones armoniosas las que no fueron correspondidas por los misioneros. Se le acusaba de perseguir a los frailes. Fages soportó con estoicismo el tratamiento irrespetuoso que le daba pero después de un año, decidió dirigirse directamente al virrey con los cargos específicos que había acumulado contra los misioneros. El 26 de septiembre de 1785 informaba al virrey que los frailes no cumplían con sus obligaciones de capellanes en los presidios, que ignoraban sus deberes y obligaciones bajo el patronato real, que no respetaban los precios oficiales fijados en el arancel y que no obtenían permiso para salir de la provincia.

Estos cargos pasaron del virrey al padre guardián en San Fernando, la casa madre en México. De allí a la comandancia general y finalmente a Lasuén quien los contestó vía el mismo camino por que habían venido. Lasuén, como era de esperarlo, desvirtuó todos los cargos. El resultado fue que se dieron ordenes de que cada uno se limitara a sus atribuciones y que la armonía entre los dos poderes debía mantenerse.

Fages estaba dispuesto a ignorar el asunto pero estaba pendiente el problema de las dos misiones que faltaban en el canal de Santa Barbara. Su construcción se había cancelado cuando la autoridad cívico-militar dispuso que de acuerdo con el nuevo reglamento, estas misiones se fundarían bajo las nuevas regulaciones que limitaban el poder temporal de los frailes. Los franciscanos se habían negado a proveer los misioneros para las misiones, elemento básico que Fages no podía reemplazar. Pero en Marzo de 1785 el gobernador recibió orden del General Ugarte de fundar inmediatamente la misión de Santa Barbara. Una orden así no podía ignorarse e informó a Lasuén de que todo estaba listo desde hacía ya tiempo y que la fundación no podía seguir esperando. El padre presidente contestó que no tenía frailes disponibles.

Sin embargo, en abril del año siguiente, 1786 recibía Lasuén una carta del padre guardián en la que le comunicaba que por orden del virrey se enviarían seis frailes para estas nuevas misiones. Pero el guardián prevenía a Lasuén que las misiones no podrían establecerse sino bajo el sistema antiguo. Los misioneros habían ganado la partida y Fages tuvo que resignarse a aceptar las condiciones impuestas por los religiosos. En diciembre de 1786 se levantó la cruz y se bendijo. Fages no se
encontraba presente y fue representado por el comandante del presidio, teniente Goicoechea. Se le asignó una custodia de seis hombres que era suficiente debido a que se encontraba a corta distancia del presidio.

En marzo de 1786 Fages recibió otra vez ordenes directas del comandante general. Debía fundar la misión en el otro extremo del canal. Lasuén, acompañado de una escolta militar, reconoció el lugar escogido por Fages y el 8 de diciembre, día de la Inmaculada, levantó la cruz, ofició la santa misa y luego de predicar un sermón, bendijo la fundación. Pero nada pudo hacerse hasta marzo de 1788 cuando el sargento Pablo Antonio Cota con una cuadrilla de trabajadores llegó a levantar la iglesia y los edificios adjuntos.

La fundación de estas dos misiones representa un triunfo para los franciscanos. Negándose a proveer de sacerdotes a las nuevas misiones si no se cumplían sus condiciones, habían forzado al poder civil-militar a abandonar las nuevas disposiciones del reglamento.

Visita de La Perouse

El 14 de septiembre de 1786, aparecían frente a Monterey dos naves que lograron traspasar la cortina de niebla que envolvía el puerto. Se trataba de L'Astrolabe y La Boussole que enarbolaban la Bandera francesa y el gallardete de su comandante Jean François Galaup de La Pérouse.

Dice La Pérouse que Fages había recibido ordenes de atenderlo como si se tratara de un buque de su propia nación. "Ejecutó estas ordenes con tal grado de celo y benevolencia que merecen nuestro más cálido agradecimiento," escribiría más tarde. Se les atendió con toda la cortesía posible y se les proveyó de cuanto necesitaban de las bodegas reales. Fages les regaló su gallinero completo y cuanto producto de su huerta pudieron embarcar. Igual tratamiento recibieron de los misioneros y el propio La Perouse ordenó que como "los militares del presidio que eran sólo 18, les habían hecho muchos pequeños favores," que se les regalara una pieza de paño azul, valioso obsequio cuyo valor en California era subido.

Por lo general, las visitas de buques extranjeros a las colonias españolas han dejado valiosos datos para la Historia. La Perouse se limita a describir los indios y las misiones. Sus referencias al establecimiento militar son mínimas:

Un teniente coronel que vive en Monterey es el gobernador de ambas Californias. Su jurisdicción es de más de ochocientas leguas a la redonda pero sus súbditos consisten de sólo 284 soldados montados, que forman la guarnición de cinco pequeños fuertes y que proporcionan destacamentos de cuatro o cinco soldados para cada una de las 25 misiones o parroquias en que se dividen la Nueva y la Vieja California. Esta débil fuerza es suficiente para asegurar la obediencia de unos 50 mil indios nómades en esta extensa parte de América.(14)

Después de permanecer diez días en Monterey y de regalar al gobernador unos sacos de patatas chilenas, producto desconocido hasta entonces en California, los buques de La Pérouse zarparon con rumbo al Oriente y a la eternidad. Ambos buques naufragaron en la isla de Vanikoro en el archipiélago de Santa Cruz, sin dejar sobrevivientes. Los relatos de su viaje habían sido enviados a Europa antes del naufragio.

Los paquebotes de San Blas

El abastecimiento de productos mexicanos y europeos continuó por intermedio de los paquebotes de San Blas. Cuatro buques hacían un viaje anual tocando en dos puertos, ya sea Monterey y San Francisco, o Santa Barbara o San Diego. Estos paquebotes, como se les llamaba, eran Favorita, Princesa, San Carlos o Filipino y Aranzazu. La llegada de estas naves constituía una verdadera fiesta. Se recibían noticias de México, se abrían los bultos y el almacén del habilitado ofrecía nuevas mercancías. Los comandantes de estas naves eran oficiales seleccionados de la Armada Real y muchos de ellos llegaron a altos grados y mandos en la Real Armada. Bruno de Hezeta, por ejemplo, fue comandante de escuadra y comandante general. Otros contribuyeron con exploraciones y descubrimientos importantes. Los viajes a Alaska, las exploraciones de la costa norte, constituyen un aporte importante a los conocimientos geográficos de la época.(15) El galeón de Manila recaló en Monterey en 1784 y 1785 y también en 1784 llegó la fragata Princesa que venía desde Manila. Pero la llegada de estas naves no causaba impacto alguno. No estaba permitido comerciar con ellas y muchos galeones preferían pagar la multa impuesta por el rey que detenerse en Monterey.

Intento de iniciar el comercio de pieles

En Junio de 1786 desembarcaba de uno de los paquebotes Don Vicente Basadre y Vega. Este buen señor venía premunido de cartas de instrucciones para el gobernador y el padre presidente. Basadre traía una comisión especial: iniciar el comercio de pieles de nutria y foca en California. Fages, después de leer las instrucciones y de conversar con el comisionado, hizo leer una proclama en la que se establecían las reglas para el comercio de las pieles. Los indios entregarían las pieles a los misioneros y éstos a su vez, las venderían a Basadre por precios que oscilaban entre 2 y 10 pesos según fuera su calidad y color. Cuando el comisionado no estuviera en California, los padres entregarían las pieles a los comandantes de presidio. Se prohibía todo comercio que no fuera a través del comisionado y toda piel que llegara a San Blas por otros medios, sería confiscada. El comercio de las pieles sería un estanco o monopolio del gobierno.

A las labores militares, agrarias y ganaderas de los presidios se le iba a agregar todavía otra de carácter comercial. Basadre se quejó más tarde de que Fages le puso toda clase de obstáculos y que no logró reunir 2000 pieles. No es de extrañarse que los militares no pudieran cooperar con toda su energía en un negocio particular que no les reportaba ganancia alguna. Basadre llegó a Manila y trató de vender las pieles pero no obtuvo los precios adecuados. Se trató de dar el monopolio a una firma filipina que no aceptó las condiciones impuestas por el comisionado. Fue así, como gracias a la tendencia española de establecer monopolios, se perdió una gran oportunidad comercial que habría puesto a California en una buena y firme base financiera. La demanda por las pieles en China era tal, que La Perouse cree que dejaría a España más oro que México. Esa visión iban a tenerla los norteamericanos, los ingleses y los rusos que en pocos años obtuvieron enormes ganancias como se verá más adelante.

Renuncia de Fages

Tuvo Fages también la responsabilidad de reconstruir el presidio de Monterey. El 11 de agosto de 1789 los cañones del presidio saludaban con una salva de cinco cañonazos la llegada del paquebote San Carlos. Dice Fages que una chispa cayo sobre el techo de la bodega adyacente a los cañones. Las llamas se propagaron rápidamente por los techos de tule quemando la casa del gobernador, la del sargento, seis bodegas y las casas de siete soldados. Aproximadamente la mitad de los edificios del presidio quedaron reducidos a cenizas. El gobernador dirigió la reconstrucción de los edificios haciéndoles techas con tejas y trayendo desde Santa Barbara a tres expertos tejeros. Un año más tarde en septiembre de 1790, podía escribir orgullosamente a su sucesor que sólo faltaba una pared por completar y que la casa contaba con excelente mobiliario.(16)

En las postrimerías del gobierno de Fages se produjo el único enfrentamiento sangriento con los indios. Si bien es cierto que ocurrieron varios incidentes en que fue imposible evitar la efusión de sangre, ninguno había costado la vida de un soldado. En agosto de 1790 Goicoechea dio ordenes al sargento Oliveras que saliera con un piquete de ocho hombres con la misión de buscar a un indio desertor. Pero al parecer se trataba de hacer una prospección minera. Esta gente, sin tomar las precauciones debidas se desparramó por la sierra en busca de depósitos metalúrgicos. Fueron atacados por un grupo numeroso de indios que los obligaron a retirarse con la pérdida de dos hombres, los soldados Salvador Espinosa e Ignacio Carlon. Fages culpó a Goicoechea de arriesgar a su gente en prospecciones mineras. Se había desobedecido también la orden de Fages que restringía las expediciones militares para buscar fugitivos.

Fages llevaba ya muchos años de servicio en la frontera. Su constante cabalgar entre presidios, misiones y pueblos lo habían agotado fisicamente. Sus preocupaciones con los habilitados y los Malos oficiales lo habían deprimido. Añádase a estas preocupaciones sus difíciles relaciones domésticas y la amarga controversia con los franciscanos. A pesar de que se hallaba a gusto en California donde había plantado una huerta, unas parras y cerca de 600 árboles frutales, pidió a fines de 1789 que se le relevara de su cargo. El nuevo virrey Conde de Revillagegido, le concedió licencia para pasar a México y luego a España con su sueldo de un año pagado por adelantado. Se le ascendió a coronel y se le ordenó que entregara el mando personalmente a su sucesor o que lo hiciera a través del vice-gobernador José Joaquín Arrillaga en Loreto. Fages hizo preparar todos los inventarios y las cuentas de los presidios y a través de Arrillaga entregó el gobierno de la provincia a su amigo el teniente coronel José Antonio Romeu el 16 de abril de 1791. Fages se embarcó en uno de los paquebotes y viajó directamente de Monterey a San Blas.

Visita de Malaspina

Cuando ya Fages había salido de Monterey arribó al puerto la expedición científica de Alejandro Malaspina. Viajando desde Nootka a lo largo de la costa, entraron en la brumosa bahía de Monterey en Septiembre de 1791. Perdieron tres anclas durante la espera en las que las dos naves, las corbetas Descubierta y Atrevida estuvieron en peligro de encallar. Guiándose por los cañonazos del presidio pudieron entrar a puerto.

Malaspina fue recibido por Luis Arguello que comandaba el presidio en ausencia del gobernador. Se dio al visitante todas las facilidades necesarias como maderas, provisiones frescas y se le facilitaron caballos para expedicionar al interior. Después de permanecer dos semanas recogiendo espécimenes para las colecciones botánicas y ornitólogicas, las naves se hacían al mar con destino al sur.

Los comentarios, diarios e informes de Malaspina son muy completos en cuanto a los indios, flora y fauna, parcos con respecto a los misioneros y las misiones y totalmente inexistentes en cuanto al comentario del establecimiento militar. Curiosamente, los trabajos artísticos de la expedición, hechos por José Cardero son los más valiosos que han llegado hasta hoy desde el punto de vista histórico. Ilustraciones de indios, de sus modos de pelear, vistas del presidio, de los soldados y de
sus mujeres sólo hacen lamentar que el texto escrito no las haya acompañado.(17)


 

NOTAS DEL CAPITULO 5

1. Instruccion al Ayudante Inspector Nicolás Soler, 12 de Julio 1782, Papeles de Estado, II copia en Bancroft Library.

2. Neve, Instruccion, Saucillo, Septiembre 17 de 1782. AGI, Guadalajara, 283. Copia en Archivo Beilharz y traducido por Beilharz en Neve, pp. 1156-172

3. Rensch, Hero Eugene, "Fages Crossing of the Cuyamacas" California Historical Society Quarterly. Vol. XXXIV, 3, 1955, pp. 193-208

4. Pourade, History of San Diego, the Time of the Bells,. p. 57

5. "The Memorias de José María Romero" en Noticias, ejemplar sin número ni fecha, p.13

6. Neve, San Gabriel, Marzo 5, 1782, Instrucciones a Ortega. Esta orden fue refrendada por Fages 1 de Octubre de 1782 durante su viaje al norte. Copia en Archivo Beilharz.

7. Romero, Op. cit. p.14

8. Dennis, Spanish California, p. 330, por ejemplo.

9. Oficio a Cañete, sin firma desde Monterey, el 1 de Marzo de 1781. Archivo Beilharz.

10. Bancroft, California, I. p. 471

11. Fages a Soler, Agosto 10, 1784. Copia en Archivo Beilharz.

12. Dennis, Spanish California, p. 347

13. 13. Paloú , Vida, p. 277 de la versión en inglés.

14. La Perouse, traducción en Monterey in 1786, p. 56

15. Véase el excelente artículo de Donald C. Cutter, "California Training round for Spanish Naval Heroes" en The California Historical Society Quarterly, Junio 1961, p. 109 y ss.

16. Fages a Loyola, Agosto 14, 1789. AGN, Californias, Vol. 46 fjs. 29-41.

17. Los resultados de la expedición de Malaspina no se publicaron sino hasta muchos años después. Para un resumén, veáse Cutter, Malaspina in California.

 
Prólogo Expediciones marítimas La expedición fundadora Primer Gobierno de Fages Felipe de Neve y su gobierno
Segundo Gobierno de Fages Gobiernos de Romeu y Arrillaga Los intentos de colonizar el noroeste Gobierno de Borica La primera década del siglo diecinueve
Los rusos ¡Ah, Independencia! Gobierno de Solá El año de los Insurgentes Los últimos años de gobierno español Bibliografía

 

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