Carlos López Urrutía, El Real Ejército de California

CAPITULO CUATRO

FELIPE DE NEVE Y SU GOBIERNO

Personalidad del nuevo gobernador

El 3 de Febrero de 1777 llegaba a Monterey Don Felipe de Neve, gobernador de las Californias. Durante un mes conferenció con Rivera a quien impartió instrucciones detalladas sobre su proceder en Baja California y de quien obtuvo, sin duda, valiosa información sobre su nuevo cargo. Exactamente a un mes de su llegada, despachaba a Rivera con seis soldados de cuera que le servirían de escolta hasta San Diego.

Era Don Felipe de Neve un distinguido militar natural de Bailén distrito de Jaén. El ejército había sido su única profesión. Había ingresado como cadete en el Regimiento de Cantabria y a los dos años había sido traspasado a la primera compañía de la Guardia de Corps en Madrid. Después de 18 años de servicios, sirviendo en los regimientos de Milán, Flandes y del Rey alcanzando el grado de sargento mayor. Vino a América con el visitador Gálvez y se le asignó al entrenamiento de milicias. Tuvo a su cargo la formación del Regimiento de Querétaro. A pesar de que fueron sus dotes administrativas las que le hicieron merecedor de la gobernación, se había distinguido en campañas militares en Portugal. (1)

En 1767 se le ordenó hacerse cargo de las propiedades jesuitas en Zacatecas y durante siete años administró los colegios con tal celo y eficiencia que aumentó las recaudaciones en un promedio de 216 reales al año. Como comisionado real se reveló como un administrador fuera de lo común. Neve se limitó a cumplir sus instrucciones con exactitud y como fiel sirviente del rey desplegó un celo administrativo que lo mostró riguroso frente a sus subordinados. En octubre de 1774 se le ascendía a teniente coronel de caballería. El informe final que presentó al Virrey Bucarelli es impresionante por su claridad y exactitud y bien puede haber sido la razón fundamental por la que Bucarelli lo asignó a un tarea difícil y de gran responsabilidad: Gobernador de las Californias.

Neve en Baja California

En Loreto Neve asumió el cargo que dejaba Don Felipe Barri, sargento mayor del ejército regular que no había logrado mantener buenas relaciones con los padres domínicos, orden que había reemplazado a los jesuitas en Baja California.

Loreto era un lugar inhóspito, pobre, falto de agua para regar y de forraje para alimentar el ganado. Aunque tenía autoridad nominal sobre la Alta California, Neve tuvo que dedicarse casi por entero a los asuntos de su jurisdicción inmediata. Para empezar, buscar solución a los problemas financieros que se veían exacerbados por la pobre condición de las misiones. Hay que considerar que éstas, establecimientos ya pobres debido al terreno árido en que se hallaban, habían sido prácticamente saqueadas para proveer las nuevas misiones y presidios en Alta California. Ni aún bajo la eficiente administración de los jesuitas la península había podido auto abastecerse. Neve había recibido instrucciones de solucionar el problema de la alimentación en las misiones. Al respecto informaba al virrey que las plantaciones de maíz no producían lo suficiente para alimentar a los indios. A esto se sumaba la falta de brazos, la falta de inteligencia de los dominicos en su administración que debía haber demostrado algunos progresos en dos años de experiencia y añadía: "Lo poco que se produce se vende". (2)

Neve concibió la idea de eliminar las misiones más pobres consolidándolas con otras y mudando a los indios a regiones más favorables. Trató de obtener la colaboración del superior dominico Padre Vicente Mora. Pero el gobernador encontró iguales dificultades que su antecesor en sus relaciones con los dominicos que sencillamente se negaban a colaborar. Con el traslado de Neve a Monterey, tuvo Rivera que encargarse del problema. Neve tuvo también que enfrentar algunos problemas con los indios bárbaros que se resistían a someterse a los misioneros. Con este caudal de experiencia, llegaba a Monterey un oficial de grandes aptitudes, con gran experiencia administrativa, pero, como apunta su biógrafo, con su salud quebrantada. No se sabe de que dolencia padecía, pero muchos de sus hechos muestran que estaba seriamente afectado en su salud: su actitud hacia Serra y hacia Juan Bautista de Anza, por ejemplo. Dice que su cabeza estaba débil lo que le impedía el mínimo de trabajo físico. Beilharz agrega: "Esto (la enfermedad) explica mucho de lo que es inexplicable en su conducta. Si la enfermedad excusa sus fallas, es sin embargo, la misma razón que hace más meritorios sus éxitos.(3)

Neve en Monterey

El gobernado comenzó por inspeccionar la tropa, lo que ya había hecho en San Diego y luego de conferenciar con Serra, envió su primer informe en que encontraba en condiciones satisfactorias el nuevo presidio y las cuatro nuevas misiones. Informaba también de la pobre condición que había encontrado a la tropa en el presidio de San Diego.(4)

"(Los uniformes) no siguen uniformidad, usan una chupa corta, blusa o chaleco de distintos colores. Son pocos los que tienen capa y el resto hasta las mangas faltan y algunas tan andrajosas que se ven indecentes."

Casi simultáneamente con el nombramiento de Neve se produjo un cambio en la administración colonial. Esta fue la creación de las Provincias Internas de Occidente cuyo mandó asumió Teodoro de Croix. Este comandante general fue investido con poderes similares al virrey pues era responsable directamente al rey. Bajo esta nueva organización California pasó a depender de Croix pero su abastecimiento continuó siendo la responsabilidad del virrey en México.(5)

Los indios

El estado y condición en que Neve encontró a los indios a su llegada a California era, sin duda, singular ya que era diferente del resto de las colonias americanas y diferente del resto de la frontera norte. En primer lugar no se trataba de un grupo homogéneo sino de un grupo de tribus que gracias a una aislación geográfica y cultural se mantenían en un estado de civilización similar a la Edad de Piedra. Debe descartarse la teoría de que se trataba de una raza biológica, moral o intelectualmente inferior. Su atraso no se debía a limitaciones hereditarias impuestas por la biología ni a sus capacidades raciales. El océano, las montañas y el desierto habían protegido a los indios no sólo de la conquista sino del estímulo de otras civilizaciones. Hasta cierto punto, la aislación era hasta local, pues había tribus que no tenían contacto ninguno con sus vecinos. Este atraso que tanto impresionó a misioneros y soldados, tenía sin embargo su lado positivo. Los indios se habían adaptado a las condiciones de vida y el territorio proveía a través de la pesca, la caza y la recolección de frutos y semillas, a un mayor número de indios por kilómetro cuadrado que en cualquiera otra región del continente norteamericano. Había logrado también una meta que se escapaba a los europeos y asiáticos, convivían sin destruirse los unos a los otros. Esto no quiere decir que vivían en perfecta paz y armonía pues las riñas eran frecuentes pero según opinión de Fages y Constansó, no derramaban sangre. Estaban armados de arcos y flechas, jabalinas y una especie de macana que arrojaban con gran habilidad. Estas armas se utilizaban primordialmente para la caza.

Otro aspecto singular de California lo constituye la variedad linguística. En las rancherías que albergaban desde 100 a 500 indios, se hablaban lenguas distintas que pertenecían a 21 familias linguísticas diferentes. Estas, a su vez, se subdividían en dialectos locales. Estas características hacían de California la región de mayor diversidad lingüística en el mundo. Ha sido posible determinar más de cien "tribus" pero estos grupos no constituían una "nación" como en el resto de Norte América. Cada grupo era politicamente independiente. Con la excepción de los yumas y sus vecinos los mojaves, no existía ningún concepto de agrupación o entidad política.(6) La falta de cohesión, de una autoridad, de un ente político, iba a impedir toda resistencia organizada al invasor.

La llegada de los misioneros y la tropa a San Diego en 1768 tenía naturalmente que provocar cierta animosidad. Lo curioso es que en California no se encontraban tribus belicosas que incursionaran o saquearan las aldeas, o rancherías de sus vecinos. Eran frecuentes los encuentros casuales, simples disputas en las que se intercambiaban golpes e injurias y se sabe de algunos ataques en que se incendiaban las chozas de otras rancherías. Pero esta actitud pacífica, la aislación de las rancherías y la enorme desproporción de los recursos y armamentos, iba a definir el resultado de cualquier conflicto entre los europeos y los indios. Aunque se trataba de una minoría ínfima, el real ejército con sus armas, recursos y organización iba a absorber al más débil, el indio. No habría necesidad de combatirlo, como había sucedido con el azteca o con las tropas del Inca, o intentar conquistarlo como al araucano. La tarea del real ejército en California iba a ser más administrativa que militar.

El ejército a la llegada de Neve

El establecimiento militar o la fuerza armada cuyo mando asumió Neve en Febrero de 1777 distaba mucho de las disciplinadas tropas europeas cuyos compañías había mandado en España. El soldado de cuera había demostrado su valor y capacidad en sus primeros diez años en California pero Neve encontró a la tropa de San Diego malamente vestida, con armamento inadecuado y con caballos insuficientes. Aunque no lo dice en su informe original, la tropa del real presidio de Monterey no se encontraba en mejores condiciones. No puede imaginarse que la de San Francisco hubiera estado mejor. Al poco tiempo de su llegada, fue informado por Moraga de un robo de 700 pesos en especies que habían traido los pailebotes. Aunque Moraga logró arrestar a los prersuntos culpables, éstos escaparon implicando a la guardia que los custodiaba. Se sometió a procesó a cuatro soldados y dos sirvientes, debiendo conmutarse las penas por falta de reemplazos.

Acababan de llegar desde Loreto 25 reclutas con muy poco entrenamiento y con ellos venían 80 mulas y 36 caballos. Esta tropa más que soldados, eran vaqueros pues arriaban un piño de 1209 animales vacunos. Con menos de 150 hombres, el gobernador debía proteger una costa de 900 kilómetros de largo pues se le había prevenido que el capitán inglés Cook planeaba llegar hasta las costas de California. Su recalada en el territorio debía impedirse por cualquier medio.

Debe recordarse que a los 146 soldados bajo el mando de Neve podían oponérseles 130 mil indios. Los españoles contaban con una superioridad aplastante de medios de toda índole como el caballo, el arma de fuego y la estructura administrativa, con ésta iban a sobreponerse a las distancias y los obstáculos geográficos que pesarían más en la campaña que la superioridad numérica del indio.

El personal se distribuía así:

Presidio

Capitán

Teniente

Sargento

Cabo

Soldados

Monterey

1

0

1

5

40

S.Francisco

0

1

1

4

29

S. Diego

0

1

1

5

62

La tropa se encontraba en estado deplorable. Los uniformes estaban viejos y raídos de modo que la apariencia del soldado bordeaba en lo indecente. La capa azul había sido substituida por un sarape el que probablemente servía también de manta para la cama. De esta manera, el apuesto uniforme que prescribía el reglamento se había transformado en un abigarrado conjunto multicolor. Las armas de fuego eran de diferentes calibres, roídas y muchas no habían sido disparadas por el evidente peligro que ofrecían a su dueño más que al enemigo. Muchos de los sables estaban quebrados o eran inservibles. Faltaban hasta las lanzas. Decía el gobernador, "las escopetas son de distintos calibres...rotas y no ofrecen seguridad alguna. Los sables, completamente inútiles, cortos y quebrados y algunos no tienen lanzas y la mayoría sin sillas porque a más de su antigüedad, a todas les faltan partes."(7)

Los caballos estaban viejos, gastados y con evidentes mataduras en la cruz y daños en los cascos. Todo esto debía mejorarse antes de que la tropa pudiera prestar servicios eficientes.

Las defensas tampoco eran adecuadas. Según el Reglamento de Presidios, el recinto debía estar amurallado. En San Diego había observado una débil pared de adobe. La de San Francisco, gracias a Moraga, estaba en construcción y casi terminada. En Monterey, la empalizada era tan débil que Neve dice que no tenía otra defensa que los soldados. Una real cédula emitida en Aranjuez en abril de 1776 autorizaba a Rivera a mudar el presidio de Monterey a un terreno mejor, permiso al que Neve no recurrió.(8)

En San Francisco, los jacales de adobe no soportaban las lluvias y hubo que reforzarlo con bastimientos de palos y ramas.

Neve sabía muy bien que la posición de sus tropas era precaria. Un alzamiento indígena organizado podía acabar con la Alta California. De hecho, la oportuna llegada de Anza a San Gabriel en 1770 había conminado el eminente peligro que se cernía sobre la colonia después del ataque a San Diego. No debía permitirse a los indios descubrir la debilidad de la tropa. Por sobre todo, no debía dárseles la oportunidad de matar a los soldados.

A la llegada de Neve, los indios habían atacado a Rivera con 20 soldados entre Velicatá y San Diego en 1770. Meses más tarde había ocurrido el ataque y destrucción de la misión de San Diego. El correo había sido atacado en varias ocasiones por lo que era necesario proveer una fuerte escolta. Fages dice haber sido apedreado y jareado bajando de San Diego. (9)

El 13 de agosto de 1777 un correo de cuatro soldados que llevaba despachos de Croix a Neve fue atacado cerca de la medianoche cerca de San Diego. Los indios mataron al cabo Briones que iba a cargo del destacamento y a duras penas pudieron los otros tres soldados rechazar al enemigo luego de perder sus cabalgaduras. Ortega envió al sargento Carrillo a investigar pero no hay ninguna relación sobre el resultado. Afortunadamente para los españoles el peligro de un alzamiento general nunca se materializó aunque nunca desapareció tampoco.

Una de las primeras ordenes de Neve fue la de limpiar los uniformes, coser y reparar las fornituras. Hizo cortar nuevas astas para las lanzas. Ordenó que se practicaran maniobras de infantería y caballería y que por lo menos una vez a la semana, saliera el cabo con su gente al campo a practicar el tiro al blanco. En Monterey hizo recolectar piedras y reconstruir el presidio. Haciendo uso de la calera se obtuvo la argamasa necesaria para levantar muros de piedra, los mejores de California.

Solicitó al virrey que se le enviaran las siguientes armas:
59 sables
59 puntas de lanzas
299 escopetas
59 pares de pistolas
1578 libras de pólvora
10.138 libras de balas
2 cañones y 760 cargas
6.000 balas de cañón.

La primera prioridad eran las escopetas pero se le comunicó que no serían enviadas hasta que no llegaran de España pues no las había en México.(10)

La disciplina dejaba mucho que desear. Ya en Loreto Neve había tenido que actuar como juez en varios casos de justicia militar. En el primero, un cabo y dos soldados acusados de matar a una joven india en San Diego habían sido remitidos a Loreto. Neve tomó declaraciones y envió su recomendación al comandante general. Como no pudo comprobarse la causa de la muerte y los soldados alegaban haberse defendido de un ataque indígena, se les remitió la pena al tiempo que llevaban en custodia, cinco años, y se les condenó a vivir en California. Fue así como Sebastián Albitre y Francisco Avila se convirtieron en colonos en San José de California. El cabo, Mateo de Soto era un desertor y no fue hallado. En San Francisco, Moraga tenía también dificultades con la disciplina de la tropa. El cabo Valerio Mesa era un hombre de naturaleza violenta y en más de una ocasión había golpeado a otros soldados. El comandante del presidio terminó solicitando su traslado junto con su mujer, María Leonor Borboa y sus seis hijos.

El problema de la falta de elemento femenino era serio. Neve informaba que tenía 75 soldados solteros, 49 con familias y 5 con grandes familias. Los incidentes llegaban a extremos gravísimos. Neve por ejemplo, tuvo que investigar el caso del cabo Antonio Duarte y el soldado José Antonio Espinosa. Duarte celoso de la atención que Espinosa prestaba a su mujer, lo sableó. El herido se defendió y mató al cabo, sólo para morir de sus heridas poco después. Enviado el expediente al asesor de guerra en Arispe, Pedro Galindo Navarro, éste coincidió con Neve que habiendo muerto ambos participantes, no había lugar a continuar la causa. Otro incidente menciona a un soldado de San Francisco que encontró al cabo José Pinto debajo de su cama donde se había refugiado al oirlo entrar mientras enamoraba a su mujer.

Los soldados de guardia en una misión eran una fuente constante de problemas. Era en la misión donde se concentraban los indios. Los varones llegaban desnudos. Las mujeres usaban un vestido modesto. Se les separaba para trabajar. El deber del soldado de la escolta era mantener el orden y prevenir disturbios de cualquier tipo. Actuando como supervisor era natural y consecuente que el soldado abusara de la india. El acto no siempre era forzoso, como lo prueba el caso de Agustín Castelo, de la custodia de Carmel a quien se le acusaba de "relación ilícita" con una india cristiana. Neve se limitó a cambiarlo a la guarnición del presidio después de una severa amonestación. Por otra parte, los libros de las misiones muestran numerosos matrimonios celebrados entre soldados e indias.

No siempre eran los soldados los únicos culpables. En Junio de 1777 los indios infieles que vivían cerca de San Juan Capistrano empezaron a dar algunas señales de rebelión y a amenazar a los neófitos. El teniente Ortega del presidio de San Diego envió a un cabo con una escuadra de soldados y en el encuentro, tres indios resultaron muertos y varios heridos. Ortega, con justificada razón, envió al sargento Francisco Aguiar a hacer una investigación más completa. Resultó que esta vez el problema de las mujeres indias presentaba una nueva fase. Un cacique indio proveía de mujeres a los soldados de la custodia sin cuidarse si éstas tenían o no esposos. Se llevó el indio unos buenos 15 azotes y una seria advertencia por parte del padre. Los dos soldados involucrados fueron trasladados al presidio de San Diego.

En Febrero del año siguiente, 1778 se envió al cabo Carrillo otra vez a San Juan Capistrano donde los indios estaban amenazando y haciendo preparaciones bélicas. Carrillo descubrió que esta vez el motivo era una india que había abandonado su marido para irse con un indio bajacaliforniano. El afrentado debe haber tenido sus influencias y amistades pues los problemas continuaron con la muerte de un neófito en San Juan y con gran alboroto de las rancherías. Carrillo sorprendió a los
jefes en un ranchería cerca de Panió y durante la refriega dos indios resultaron muertos. Otros dos se refugiaron en un jacal y se negaron a salir. Carrillo hizo quemar la choza y los indios murieron calcinados antes que rendirse. A la mayoría se les castigó con 30 ó 40 latigazos pero los jefes Aalcuirán, Aachil, Aaarán y Tagüagüi fueron llevados a San Diego para ser juzgados.

Ortega, comprendiendo que debía actuar con energía para sofocar cualquier conato de rebelión les siguió un rápido juicio y los condenó a muerte por fusilamiento por planear el asesinato de cristianos. Ortega ordenó a los misioneros que les dieran los últimos sacramentos bajo la amenaza de si se negaban los fusilaría igual. Se ha dicho que fue ésta la primera ejecución pública en California.(11) Pero la falta de documentación que confirme el ajusticiamiento parece indicar que Neve conmutó la pena.

Tanto misioneros como militares intentaron remediar esta situación. Se prohibió a los soldados y cabos entrar en las rancherías bajo cualquier pretexto, que no fuera escoltando al sacerdote. Pero el problema continuó como se verá más adelante.

La documentación disponible muestra algunas deserciones. En su mayoría se trata de arrieros o vaqueros que escapaban con algún soldado robándose ganado. Aunque no se conocen estadísticas es razonable decir que las deserciones en California eran mucho menores que las del ejército en la Nueva España en que se hablaba de una "epidemia de deserciones" más o menos en la misma época.(12) Aislado como estaban los presidios y rodeados de rancherías, es posible que los recursos y el amparo que podía recibir un desertor eran tan escasos que el soldado no tenía otra alternativa que permanecer en el servicio.

Las misiones

Al asumir Neve en Monterey existían siete misiones en Alta California. Cada misión tenía una custodia o escolta militar asignada a ella. San Francisco proveía cinco soldados para la misión en el arroyo Dolores y siete para Santa Clara. Monterey protegía Carmelo, San Antonio y San Luis con un total de 3 cabos y 17 soldados; El Real Presidio de San Diego debía proteger su misión con ocho hombres y un cabo e igual custodia recibían San Gabriel y San Juan Capistrano. El número de soldados variaba de misión a misión y aunque su alimentación corría por cuenta de los misioneros, se les proveía del almacén del correspondiente presidio.

Es ya lugar común decir que el conquistador traía la cruz de Cristo sobre el arzón de su cabalgadura y la espada toledana al cinto. Pero en sus alforjas venían las semillas europeas y en alguna parte de la recua el mazo, la azada, la hoz, la sierra, la plana del albañil... El mejor ejemplo de la acción civilizadora de la raza está en las misiones de California. Desde un comienzo había quedado en claro para los misioneros que el principal objetivo de la ocupación de California era la salvación de las almas y la propagación de la fé. Sobre este punto Serra no aceptaría nunca ningún compromiso. Los soldados y sus presidios no eran sino males necesarios que había que tolerar. Los oficiales del real ejército no lo comprendían así. La misión tenía un doble propósito, salvar almas y avanzar la frontera española. La "leyenda negra" todavía promovida por algunas religiones protestantes, ha creado una imagen distorsionada del sistema español en América. Sin embargo hay excepciones. Escribiendo sobre California, dos historiadores anglo-sajones dejan muy claro cual era el verdadero propósito que animaba a conquistadores y misioneros con respecto a los indios: "La clave esencial del sistema colonial español era que los indios debían convertirse en españoles, en religión, en lengua y en un intercambio sanguíneo gradual. Se les exigía trabajar; se les permitía vivir (siempre que sobrevivieran las epidemias de viruela y tifus). Esta visión era muy diferente de las de los colonos ingleses; no existía un plan similar para asimilar al indio en el esquema anglo-americano y su desplazamiento o exterminio era casi la única alternativa."(13)

En lo posible, los misioneros ejercían sobre los indios el mismo control que un padre de familia. Una vez bautizado, el indio perdía todo control sobre su sustento: era alimentado, educado vestido y hasta regulado en sus actividades físicas y sexuales. Entiéndase bien que el bautizo traía la gracia de Dios y la vida eterna pero era prácticamente el acto de sumisión a la esclavitud de la misión. Al igual que la encomienda, la misión podía exigir trabajo a sus neófitos aunque debía alimentarlos, vestirlos, proveerlos de amparo físico y espiritual. Sin embargo, no vacilaban los misioneros en pedir ayuda a los soldados de la custodia e incluso a los del presidio más cercano en caso que fuera necesario arrestar o castigar a un neófito. Dos incidentes ocurridos en la nueva misión de Santa Clara servirán de ilustración.

A las pocas semanas de haberse fundado la misión, los indios descubrieron el buen sabor del ganado europeo. Era mejor y más abundante que el ciervo y no había que cazarlo. Cayeron así vacas, caballos y hasta mulas. Al principio, creyeron los buenos frailes que unos azotes a los sospechosos les quitarían el gusto por la carne, pero no fue así. Fue necesario pedir al teniente Moraga que viajando desde San Francisco con sus soldados de cuera diera una batida ejemplar a los culpables. Tres indios resultaron muertos en la refriega.

En otra ocasión, los frailes observaron que una de las indias era más alta que las otras mujeres y que no tenía senos. Sospechando que se trataba de un impostor, ordenaron al cabo de la custodia que con otro soldado la arrestaran y la desnudaran, orden que al parecer cumplieron con placer, pero que terminó en desilusión: se trataba de un varón vestido de mujer. Unos cuantos azotes administrados por los soldados y la prohibición de volver a vestirse fue el castigo impuesto. Meses más tarde, cerca de San Antonio, se supo que este indio estaba cohabitando con su coyia o esposo. Otra vez se envió a soldados de la custodia que los sorprendieron en flagrante delito. Al parecer los golpes fueron en esta ocasión más fuertes pues el indio desapareció. (14)

En poco tiempo Neve pudo comprobar varias irregularidades en la administración de las misiones y en el uso de su tropa por los misioneros. En cada misión el cabo a cargo de la custodia quedaba prácticamente bajo el mando del misionero. Las medidas correctivas que Neve tomaría más tarde lo iban a poner en directo conflicto con el Padre Serra, presidente de las misiones.

Las finanzas

De todos los problemas que encontró Neve al llegar a Monterey ninguno iba a quitarle más tiempo que el de las finanzas. La raíz del problema venía desde muy atrás. La expulsión de los jesuitas significó que el Fondo Pío, un capital de casi un millón de pesos muy bien invertidos, pasara a la Tesorería Real. El interés anual había cubierto las pérdidas que dejaban las misiones de California. Pero las nuevas misiones de la Alta California y los gastos de mantener el sistema militar para protegerlas eran cuatro veces más altos que lo que proveía el fondo. Hacia 1773 Alta California había costado 250 mil pesos. El Reglamento de Echeveste disponía de 38.385 pesos para los gastos militares de Alta California. Los soldados debían pagar sus compras a un precio 150% más caro que su costo en San Blas. Este recargo cubría los gastos de transporte hasta los presidios. Aún con este enorme recargo, los gastos en San Blas ascendían a 92.470 pesos. A pesar de que se aplicaban a la tesorería de San Blas las ganancias de las salinas y el producto del Fondo Pío, la tesorería real debía cubrir un déficit anual de casi 35 mil pesos.

Los sueldos de los misioneros y la ración doble que éstos recibían por los cinco primeros años de servicio deberían pagarse del Fondo Pío. Así y todo, Neve enfrentaba un déficit de más de 15 mil pesos para su primer año de gobierno. Como representante del rey, Neve tenía la obligación de cuidar de que los dineros reales no se malgastaran y de reducir gastos en todo lo que fuera posible.

La labor del gobernador en este aspecto no era fácil. En su persona recaía la responsabilidad de recolectar de los guarda almacenes y de los misioneros recibos de bienes, alimentos y dineros. Consolidar todas esas cuentas y hacer que saldaran con los gastos no era cosa fácil. Tenía además que proveer de listas de compras a las autoridades de San Blas que se enviaban en la memoria anual. Los comisarios o guardalmacenes del real ejército no conocían bien su oficio y llevaban cuentas defectuosas. Los primeros informes de Neve al virrey fueron enviados a los Tribunales de Cuentas y rechazados con instrucciones de que los guardalmacenes deberían recibir instrucción en como llevar cuentas. El guarda almacén de Monterey, Juan Soler era incapaz de ajustar sus cuentas. No había llevado libros de contabilidad y pidió licencia por enfermedad, muy justificada por cuanto murió a las pocas semanas. Cuando, por fin, pudo el gobernador obtener que el comisario de San Francisco, Hemeregildo Sal, saldara las cuentas del presidio de Monterey, éstas mostraban déficit de 1382 pesos.

Poco a poco, pudo el eficaz gobernador ir arreglando las cuentas y cuando recibió la autoridad para cambiar los sistemas, tuvo buen recaudo de incorporar todas sus reformas financieras en el nuevo reglamento.

Bajo el reglamento de Echeveste, los sueldos, en pesos castellanos, equivalentes a un dólar de la época, eran los siguientes:

 Grado

Loreto

Monterey

Gobernador

4.000

 

Vice-gobernador

 

3.000

Guarda almacén

1.200

1.000

Teniente

500

700

Sargentos

400

450

Cabos

350

400

Soldados

300

365

Los soldados recibían raciones en crudo que aumentaban progresivamente de acuerdo con el número de familiares que lo acompañaban. Esta ración variaba según las existencias de la bodega del presidio. En San Diego al llegar Neve en 1777 la ración era un almud y medio de maíz y un ochavo de legumbres secas. El resultado era que comían principalmente tortillas. Cada soldado recibía además pólvora y munición con que augmentar su dieta por medio de la caza. Sin embargo, después de la llegada de los paquebotes las raciones incluían maíz, frijoles, garbanzos, arroz, manteca, azúcar y chiles. Neve aumentaría a su debido tiempo estas raciones.

Los precios del almacén presidial de San Francisco que regía Hemeregildo Sal eran generalmente bajos en lo que se refiere a la comida. La lista para Diciembre de 1777 era:

(cantidades reducidas a kilogramos; el peso se dividía en 8 reales)

1,470 Kg de charqui................. un real

0,720 Kg de chile..................... un real

0,450 Kg de galleta................... un real

4,500 Kg de carne fresca.......... un real

un pollo o gallina...................... un real

dos conejos............................. un real

una docena de huevos.............. 2 reales

1 fanega de trigo...................... 2 pesos

1 fanega de maíz..................... 1 peso, 4 reales

1 fanega de garbanzos............. 3 pesos

una ternera de pié.................... 2 pesos

un novillo............................... 4 pesos

un buey.................................. 6 pesos

un burro................................. 6 pesos

un mula de recua................... 20 pesos

un caballo.............................. 9 pesos

El sueldo del soldado de cuera era equivalente a 185 fanegas de trigo. El precio desproporcionado de una mula de carga demuestra la escasez de este valioso animal al que se usaba como bestia de silla para viajar en terreno montañoso, aunque en el lodo del invierno no tenía la habilidad del caballo. La mula era también difícil de reproducir pues se creía que una yegua quedaba estéril después de parir la cría de un burro. (15)

Primeras reformas

Las primeras reformas de Neve afectaron a las misiones. Su primera orden fue prohibir que se usara la tropa para perseguir a los neófitos que huían. Las expediciones punitivas debían entrar en rancherías de indios bárbaros donde se refugiaban los neófitos y esto causaba una hostilidad innecesaria entre esta gente. Luego limitó las tareas a sus deberes militares, nada de cuidar caballos, cortar adobes o fabricar tejas. La irritación de los misioneros fue creciendo y cuando el gobernador exigió al padre Serra que le entregara las listas de personas y ganados de cada misión que Neve necesitaba para completar el censo que exigía Croix, el misionero se negó a hacerlo diciendo que las había enviado al virrey a través de sus superiores en México. Siguió una larga disputa epistolar en la que participaron Bucarelli y Croix. Neve nunca vio las listas de Serra. Cuando el franciscano por fin, tuvo que obedecer la orden del virrey y enviar sus listas, lo hizo en 1784 , Neve se encontraba en su lecho de muerte. Pero no fue ésta la única ni la última disputa con Serra. La autoridad militar no tenía necesariamente que chocar con la autoridad eclesiástica aunque sus poderes bajo el sistema de patronato eran a veces contradictorios.

En su esfuerzo por enderezar las finanzas, Neve descubrió que Rivera había continuado entregando raciones dobles a los misioneros aunque se había cumplido el plazo de cinco años que disponía el reglamento de Echeveste. No sólo suspendió la entrega de las raciones a Santa Clara, San Francisco y San Juan Capistrano, sino que exigió el pago con aspecto retroactivo a la tesorería real. Los frailes necesitaban de esas raciones que compartían con los neófitos. Serra apeló a sus superiores y éstos a sus vez al virrey. Pero el asunto estaba bajo la jurisdicción de Croix y el capitán general aprobó la suspensión de las raciones pero dejó a juicio de Neve la cobranza retroactiva. Neve la canceló. Se trataba de la respetable suma de 1500 pesos. El asunto llegó hasta la corte y Gálvez con la aprobación del rey, confirmaba la decisión de Neve. Gálvez entendía muy bien que las misiones antes que un fin, eran un medio y no estaba dispuesto a que bajo ninguna circunstancia se repitiera con los franciscanos la instalación del poderoso establecimiento religioso de los jesuitas, aún en la remota California.

Otro asunto que iba a causar fricciones con los misioneros era el cumplimiento de las leyes de indios. Los indios cristianos tenían derecho bajo el sistema español a cierta autonomía. Si bien no gozaban de todas las prerrogativas del cabildo que llegaría con la secularización, podían elegir alcaldes y regidores, recibir bastón de mando, regir en ciertas materias de disciplina y condiciones de vida y quedaban exentos de castigo corporal. Si bien la implantación del sistema indica cierta candidez por parte del gobernador, no era menos cierto que así lo disponía la ley. Los misioneros vieron la intromisión del militar en sus asuntos. Eran ellos los que debían controlar los indios. Serra llegó a amenazar el retiro de todos los franciscanos, pero al final se llegó a un compromiso que prácticamente llevó al sistema a la impotencia. Se elegiría un alcalde y dos regidores en cada misión, pero serían los misioneros los que los instruirían en sus deberes y obligaciones cívicas. Nunca se les eximió de castigo corporal de manera que los misioneros podían castigarlos si desobedecían. Fácil es de imaginar la limitadísima autoridad que podían ejercer.

Pero el más serio de sus conflictos con Serra ocurrió en junio de 1778 cuando Neve no reconoció la autoridad de Serra para otorgar el sacramento de la confirmación. El asunto cae fuera del tema de este trabajo, de manera que se dará aquí un versión muy general.

Serra había recibido permiso papal para confirmar. Este hecho ha quedado históricamente probado y no admite hoy dudas. Pero, de acuerdo con el sistema de patronato real, el rey es el jefe de la iglesia en todo aspecto que no sea asunto de fe o de moral. Neve era el representante del rey y por lo tanto tenía el derecho de exigir a Serra la presentación del documento que lo autorizaba a confirmar. Serra se negó a mostrarlo y juró haberlo enviado a México. Enterado de la disputa, Croix secundó a Neve pero al recibir los documentos del virrey Mayorga, escribió a Neve que la patente era válida y que Serra podía continuar confirmando. La única participación militar en el asunto fue la negativa del gobernador de proveer una escolta a Serra cuando iba a confirmar.

El coronel veía como necesidad imperiosa el aumento de sus tropas. En noviembre de 1777 había apenas 22 soldados en Monterey, la capital del territorio y a éstos debían escoltar el correo, las recuas de mulas, los misioneros y participar en expediciones o escaramuzas para conjurar las amenazas de los indios. En ocasiones la guarnición del presidio, que era la reserva estratégica, disminuyó hasta siete hombres. Si se descontaban las custodias, San Diego, sitio de gran peligro como había quedado probado, contaba con 36 soldados, San Francisco con 19. Neve solicitó que se le enviarán 75 soldados de refuerzo con 12 oficiales. Aunque el incremento fue gradual, Neve incorporaría estas demandas en su reglamento.

Muerte de Bucareli

En abril de 1779 falleció el virrey Don Antonio María de Bucareli y Urzúa. Junto con Gálvez habían sido las fuerzas poderosas que habían impulsado la ocupación de California. Hombre honesto, justiciero y honrado, el virrey representa en la historia de la Nueva España, la cúspide del buen gobierno colonial. Por orden del rey no se haría un juicio de residencia, rarísima excepción
con la que se reconocía su servicio a la corona. En su reemplazo se nombró a Don Martín de Mayorga.

Fundación de ciudades: San José del Río Guadalupe

Antes de su traslado a Monterey, Neve había propuesto al virrey que se intentara el cultivo de cereales en los nuevos territorios con el objeto de aliviar el oneroso cargo de traer estos productos desde México. En su viaje al norte pudo observar en la Alta California terrenos muchos más aptos para el cultivo que los áridos páramos de la península. En especial dos lugares con agua abundante y relativamente planos le parecieron especialmente adecuados. El primero era la planicie del río de la Porcíuncula cerca de San Gabriel. Una plantación de trigo, maíz, frijoles y otras semillas podía proveer el presidio de San Diego y las misiones que los circundaban.

En su primera visita a la misión de Santa Clara pudo notar las óptimas condiciones del suelo, el río de Guadalupe y la composición topográfica del terreno que se prestaba mejor que ningún otro como terreno óptimo para la agricultura. Sin esperar la aprobación de sus superiores, decidió establecer cuanto antes un pueblo en la margen opuesta del río que serviría de límite natural entre los pobladores y misioneros.

Escogió nueve soldados de los presidios de San Francisco y Monterey que habían tenido experiencia previa como labriegos y cinco de los colonos que había traído Anza a California. El sólo hecho de que el coronel estuviera dispuesto a desprenderse de nueve de sus valiosos soldados, indica la enorme importancia que Neve daba al proyecto. El teniente Moraga recibió la orden de llevar a esta gente con sus familias, un total de 66 personas, y proceder a la fundación del pueblo. Moraga escogió un lugar a unos seis kilómetros de la misión de Santa Clara, en la orilla opuesta del río. Se delineó una plaza y se repartieron suertes y solares. Cada colono recibió entonces un sitio donde levantar su hogar y un lugar de siembra que por haber sido determinado al azar, se llamo "suerte". La fecha de la fundación de San José del río Guadalupe se ha fijado como el 29 de noviembre de 1777. El nombre había sido escogido por Neve para honrar al santo patrón de la expedición original.

La primera obligación del poblador era la de construir una casa que pudiera habitarse para el final del primer año y que debería estar terminada al final del tercero. Las casas eran simples jacales como se construían en México. Cuatro postes se plantaban en la tierra y se armaba una pared de ramas y palos lo más tupida posible. Luego se las revocaba con barro mezclado con paja de los pastos naturales. Igual procedimiento se usaba en la construcción del techo pero este se cubría con tules que abundaban en el angulo sur de la bahía de San Francisco precisamente en la desembocadura del río. El piso era de tierra y se le aplanaba lo mejor posible. Poco a poco fueron construyéndose casas de adobe pero la construcción se vio limitada pues no existían depósitos de cal en las vecindades, la única cal disponible estaba en Monterey.

Cada poblador recibió semillas, herramientas de labranza, diez pesos al mes y las mismas raciones que recibían los soldados. No se estableció un cuartel para la tropa pues cada uno construyó su propio hogar. Se conservó sin embargo, la jerarquía militar entre los nueve soldados y el cabo Valerio Mesa quedó al mando. Cada poblador, civil o militar debía mantener dos caballos, una silla de montar, lanza y escopeta. Neve con gran acierto creyó que la fértil llanura serviría de semental para los caballos del presidio y pidió al virrey el envío de 140 yeguas y cuatro potros. Tal sería el éxito de estas crianzas que años más tarde los vaqueros debían espantar los caballos haciéndolos caer de los acantilados de la costa porque los animales, ya semi-salvajes, causaban numerosos perjuicios sin que su aumento pudiera controlarse.

Se construyó una toma de agua en el río y una acequia para el riego y aunque el primer año, durante una crecida el río se llevó el taco e inundó los campo, se logró obtener una pequeña cosecha de maíz. En años siguientes la producción de maíz y trigo aumentó considerablemente de manera que ya en 1782 los dos presidios se abastecieron por completo de la producción del pueblo. Hacia 1791 la producción de San José y del pueblo de Los Angeles en el sur, era suficiente para abastecer toda la California con lo que fue posible terminar con los envíos de alimentos desde San Blas.(16)

El Nuevo Reglamento

A poco de llegar a California, en Junio de 1777, Neve había solicitado licencia por enfermedad y deseos de ver a su familia de la que estaba separado trece años. En octubre de 1778 llegaba la respuesta de España. El rey se negaba a aceptar su renuncia y lo ascendía de teniente coronel a coronel. Neve aceptó la voluntad real y dedicó todas sus energías reformar el sistema, reforma que se vertió en su Reglamento para el gobierno de la península de California.

El Reglamento de Neve como se le conoció, vino a reemplazar al de Echeveste que había sido una colección de instrucciones improvisadas destinadas más bien a favorecer a los franciscanos que a la tropa. Se recordará que el padre Serra había viajado a la ciudad de México en 1773 con el fin de obtener el traslado de Fages y mejores condiciones para sus misiones. El padre presidente presentó 32 puntos y el fiscal José Antonio Areche recomendó que se aprobarán 22 de ellos. Estas medidas garantizaban a los misioneros el control sobre los indios y les daba ciertos privilegios en el correo, fletes y otros asuntos administrativos. Esta propuesto había sido enviada a Juan José Echeveste que incorporó otros 22 artículos que cubrían los asuntos militares y un plan de financiamiento para la Alta California. Bucareli lo había promulgado mediante un decreto el 23 de julio de 1773.

Ya antes de llegar a Monterey, Neve había informado que no consideraba adecuado el sistema de aprovisionamiento de la tropa bajo el reglamento. A los soldados se les pagaba en mercadería a precios exorbitantes: 100% de recargo en Baja y 150% en Alta California. Si estas quejas o comentarios llegaron a los oídos de Gálvez no lo sabemos pero la orden de buscar una reforma al reglamento fue enviada al comandante general Croix. En agosto de 1777 Croix enviaba a Neve el texto del decreto real y le pedía que le informara en detalle que partes del reglamento debieran cambiarse y que sugiriera nuevas medidas para reemplazarlas.

Esta orden se cruzó con un informe de Neve sobre las condiciones en que había encontrado su nuevo mando. El coronel se mostraba especialmente descontento con los arreglos financieros que consideraba injustos para la tropa. Croix aceptó con placer las sugerencias y envió un nuevo oficio pidiéndole que presentará un esquema de los cambios necesarios.

El 10 de junio de 1779 enviaba el gobernador un documento de 52 carillas que equivalían a un nuevo reglamento. El comandante general sin hacer cambio alguno, lo promulgó e informó a las autoridades reales en Madrid de su aceptación al documento cuya copia acompañaba. Mayorga en México lo aprobó también, ordenó que se pusiera en ejecución en cuanto afectaba a San Blas e informó también a Madrid de su conformidad. El primero de enero de 1781 el reglamento entraba en efecto en California. Gálvez lo aprobó en Madrid y el real decreto que lo convertía en ley fue promulgado el 24 de octubre del mismo año.

Este reglamento se mantendría en efecto por todo el período español y al anexar los Estados Unidos a California mantuvo su vigencia en lo que a la fundación de los pueblos se refería de manera que su validez quedaría probada en las cortes de justicia de la Unión.

Como apunta su biógrafo Edwin Beilharz, Neve cubre en su reglamento tres áreas distintas.(17)

Estas no se encuentran seccionadas dentro del cuerpo del documento pero es importante separarlas para comprender mejor la efectividad de la nueva ley.

En primer lugar, el sistema de finanzas recibe especial atención. Neve lo reforma de manera que las pérdidas al tesoro real se reduzcan al mínimo y con el tiempo, lograría no sólo equilibrarla con los gastos sino dejar un pequeño saldo. El cambio en el sistema de remuneraciones a la tropa que era tan injusto, se logra con un ahorro a la tesorería real. El reglamento hace posible la mantención de un número adecuado de soldados a un costo tolerable para las exiguas entradas de San Blas.

El segundo punto sugiere el desarrollo económico de California, su población y el abastecimiento de bienes y soldados. En este aspecto la política de Neve sería decisiva y cambió fundamentalmente la California española. De haberse ejecutado su plan completo con la colonización del valle central, la historia pudo haber cambiado. El envío de granos desde México era costoso. Neve concibió plantar trigo, maíz y otros cereales en California. Para esto establecería pueblos en los dos lugares que encontró más apropiados. La población proveería de milicias, supliendo así la falta de soldados regulares para la defensa de los establecimientos. Neve se dio cuenta al primer vistazo que la zona del canal de Santa Barbara era un lugar estratégico de primera importancia. Los indios eran más civilizados y más numerosos que en ninguna otra región y un alzamiento podía cortar las comunicaciones por tierra entre el Norte y el Sur, aislando Monterey y San Francisco y sus misiones dependientes.

El tercer punto cubría las reformas al sistema de misiones, aumentando el poder civil y el control del estado, reduciendo la independencia del misionero y protegiendo al neófito de la actitud paternalista y a veces abusiva de los franciscanos. Como es lógico éstas fueron las regulaciones que serían combatidas por los misioneros y que a la larga no pudieron ponerse en ejecución por completo. Los presidios y sus soldados se cubrían ya por el Reglamento de Presidios de 1772. Neve amplió estas disposiciones de manera que pudieran aplicarse con más efectividad en California. Para empezar los precios de los artículos adquiridos en San Blas serían los mismos que tenían en México. Los alimentos serían comprados en lo posible en California. El sistema continuaría con la inclusión de una lista de pedidos a San Blas en la memoria anual. En ese puerto se comprarían los artículos pedidos y se enviarían como era costumbre, en los paquebotes. Las soldadas y la distribución de los artículos no estaría ya a cargo del guarda almacén de cada presidio sino de un militar que ejercería el cargo de "habilitado". El habilitado llevaría las cuentas y debería entregar la cuarta parte del sueldo en dinero efectivo, el resto en artículos y alimentos. El presidio mantendría ganados equino y vacuno para el uso de los soldados y se proveía para la mantención de herreros, carpinteros, mecánicos, armeros y albañiles especializados que necesitaría el presidio.

El artículo segundo establecía una tabla de personal y equipo militar que era la siguiente:

Presidio

Loreto

S. Diego

S.Barbara

Monterey

S.Francisco

Capitán

1

0

0

0

0

Teniente

1

1

1

1

1

Alférez

2

1

2

1

1

Sargento

2

1

3

1

1

Cabos

3

4

2

4

4

Soldados

39

26

54

26

26

Los sueldos anuales serían iguales para Baja y Alta California:

Capitán 1.500 pesos
Teniente 550 pesos
Alférez 400 pesos
Sargento 262 pesos
Cabo 225 pesos
Soldado 217 pesos y 4 reales

Las bajas de precios en los almacenes del precio y la reducción de lo que se entregaba en mercaderías significó un aumento considerable en el poder adquisitivo. Así, un soldado recibió un aumento real de 71 pesos anuales mientras el teniente prácticamente doblaba su soldada.

El nuevo reglamento no cambió en nada los artículos tres y cuatro que determinaban los uniformes y equipo de la tropa aunque Neve hizo cambiar una incómoda cartuchera de madera por una bandolera más liviana y más práctica. Para todos los efectos prácticos, mientras el nuevo reglamento no lo contradijera, se siguió usando el Reglamento de Presidios de 1772. En este aspecto, Neve consideró que sus ordenanzas eran simplemente ampliaciones del Reglamento de Presidios.

Neve puso especial cuidado en la contabilidad y en la labor del habilitado. Los artículos 5, 6 y 13 detallan específicamente los procedimientos de contabilidad que deben llevarse de las cuentas individuales de cada soldado, de la distribución de ropa a los niños y las esposas de los soldados, de la calidad de la mercadería recibida y otros pormenores. Se determina también como debe elegirse al habilitado, cuales son sus deberes y obligaciones y se le asignan el 2% de las cuentas que maneje.

Las otras disposiciones que corresponden directamente al ejército se refieren a la cantidad de pólvora y su cuidado y a la selección de oficiales. El reglamento indica que el gobernador propondrá los nombres de oficiales al comandante general; los comandantes de presidios propondrán los nombres de sub-oficiales al gobernador. Debido a la distancia, el comandante en Loreto propondrá directamente al comandante los nombramientos sujetos a la confirmación del gobernador. También se requiere una inspección mensual de la tropa presidial que será firmado por el comandante del presidio.

En el preámbulo del reglamento se establece que el gobernador, su capitán ayudante que actuará de inspector, y el cirujano no formarán parte de la guarnición de ningún presidio. Curiosamente no se les asignan tropa de escolta y ésta tendrá que ser proporcionada por cada presidio adonde viaje el inspector o el gobernador.

Contiene también el reglamento algunas disposiciones sobre los indios infieles, muy similares al Reglamento de Presidios. Siguen ambos documentos la misma línea sobre las obligaciones y responsabilidades del soldado, cabo y sargento.

El artículo catorce versa sobre las nuevas poblaciones y establece las raciones, sueldos, animales y útiles de trabajo que recibirá cada poblador. Se incorporaron aquí las disposiciones ya establecidas en el pueblo de San José.

El último acápite se refiere a las misiones. Especifica la fundación de cuatro misiones en la zona del canal de Santa Barbara de manera que rodeen la población chumash o canoína. Para esto determina que dos misiones se fundarán a 16 y 20 leguas hacia el interior. Estas fundaciones no se llevaron a cabo y se dejó despoblado el valle de San Joaquín o valle central de California. Esta ocupación habría fortalecido el establecimiento español y más tarde la soberanía mexicana en el territorio.

Neve proponía que las misiones se redujeran a un sacerdote y que sólo las que estaban junto a un presidio tuvieran dos. De esta manera uno podría servir de capellán castrense. El reglamento era sin duda, perjudicial a los franciscanos. Pretendía aislarlos, limitar su autoridad sobre los indios y hacerlos independientes de los misioneros. Los franciscanos nunca aceptarían estos arreglos. Como el reglamento tardó en llegar a California y el coronel no consultó ni informó a los franciscanos, éstos no vinieron a caer en cuenta de las desventajas del nuevo sistema hasta la construcción del presidio y misión de Santa Barbara.

Los Angeles

Neve apresurado como estaba en establecer San José, no olvidó tampoco su proyecto de fundar un segundo pueblo que surtiera de granos y ganados a los presidios del sur. Combinando el proyecto de la población del canal y las misiones que se planeaban para la región, con el del nuevo poblado, solicitó a Croix 60 colonos.(18)

El general que se encontraba en Arispe, territorios también fronterizos y escasamente poblados, determinó llamar a Rivera que tenía ya experiencia en estos asuntos y encomendarle que reclutara, no 60 sino 24 colonos. Estos números se reducirían al final a 14, once llegaron y sólo ocho permanecieron en el nuevo pueblo.

En diciembre de 1779 cruzaba Rivera el Mar de Cortés y se dedicaba a la difícil tarea de reclutar los colonos y 59 soldados casados. Se le ordenó también que tratara de llevar a las familiares solteras de esta gente para que contrajeran nupcias con los soldados solteros que había en California. Mientras tanto, Croix había nombrado la plana de oficiales que se necesitarían para cubrir las plazas de la nueva organización. Estos eran los tenientes Alonso Villaverde y Diego Gonzales y los alféreces Mariano Carrillo, Manuel García Ruiz y Ramón Lasso de la Vega. Faltaba un cuarto alférez que sería nombrado después de consultar con Neve.

Croix tomó 25 soldados voluntarios de los presidios de Sonora con los que Neve podía guarnecer el nuevo presidio a fundarse en Santa Barbara. La tropa y los colonos vendrían por dos rutas. Un grupo cruzaría por mar entre Guaymas y Loreto y seguiría el camino por Baja California. El segundo grupo saldría de Sonora y viajaría por la ruta del río Colorado llevando más de 900 caballos y mulas. Neve al enterarse de la salida de la expedición por Yuma, envió al sargento Juan José Robles con seis soldados a encontrarlos en el Colorado.

Rivera teniendo a su disposición estos buenos conocedores del terreno, envió el grueso de su fuerza, unos 35 soldados con sus familias, al mando del teniente Gonzales, con el alférez Limón y el alférez José Darío Argüello que había reemplazado a Ruiz. Despachó también de vuelta a Sonora, una fuerte escolta de 65 hombres que lo había acompañado al mando del teniente Andrés Arias Caballero. El capitán con unos 10 hombres acampó en las márgenes del Colorado con la idea de restaurar el ganado que venía muy desgastado.

Gonzales con sus 35 soldados y las familias de 30 de éstos, llegó sin novedad a San Gabriel 14 de Julio de 1781. Como el resto de la expedición venía todavía en camino, Neve decidió aplazar la fundación de las nuevas misiones y el presidio hasta la primavera siguiente. Limón con nueve soldados de Sonora emprendió el viaje de regreso por la ruta del Colorado.

Mientras tanto, el teniente José Zuñiga que había reemplazado a Valverde, se había unido en Loreto con Lasso que lo esperaba con 17 soldados y sus familias. Zuñiga traía sólo once colonos, pues los otros habían desertado. Esta segunda columna llegó a San Gabriel el 18 de agosto con el verano bastante avanzado. Hubo además de mantenerse en cuarentena a una distancia prudente de la misión pues algunos de los niños tenían viruela. Con esto se aplazaba definitivamente todo intento de fundaciones en el canal. Pero Neve no cejó en sus esfuerzos y dio ordenes precisas para que se fundara el segundo pueblo. No desistió de su empeño ni aún cuando regresó inesperadamente Limón, herido y con las terribles noticias de la masacre de Yuma y la muerte de Rivera.

El gobernador había escogido una planicie que le pareció muy fértil y que podía regarse con el río de la Porciúncula. Dio instrucciones exactas que entregó al alférez Argüello comisionándolo para que fundara el pueblo.(19)

El día 4 de Septiembre de 1781 procedía Argüello a delinear la plaza, sortear las "suertes" y distribuir los solares. La población original era de 32 almas. Aunque no todos los pobladores mostraron las aptitudes necesarias, Los Angeles se convertiría con el tiempo en una de las grandes ciudades del mundo. Beilharz escribió:

Como en el caso de San José, la ciudad echó raices firmes en el nuevo suelo, trayendo a California un nuevo elemento que no era eclesiástico ni militar. Los oficiales y los soldados del rey desaparecerían en la turbulencia de la revolución colonial contra España. Las misiones se desmoronarían en la secularización entre 1834 y 1836. Sólo la población civil, sobreviviría y florecería.(20)

La Masacre de Yuma

La posición estratégica del lugar que hoy ocupa la ciudad de Yuma, era de primordial importancia para las comunicaciones terrestres entre California y Sonora. En 1669 el padre Kino había explorado el territorio y establecido contactos con los indios de la región. Anza en su histórica expedición a California en 1774 había acampado en el lugar y establecido una sólida amistad con Palma, el cacique más respetado de la región. Tanto Anza como el padre Garcés habían informado favorablemente sobre la amistad de los indios que consideraban pacíficos, la fertilidad del suelo, las buenas condiciones climatéricas y la posición estratégica del lugar. Ambos habían recomendado poblarlo. Garcés que como se ha visto, había viajado extensamente por todo el sudoeste, prefería los yumas a cualquier otra tribu y estaba decidido a establecerse como misionero entre ellos. Salvador Palma había sido llevado a México, regalado e investido como magistrado del rey en la región.

Palma había pedido en varias ocasiones que se establecieran misiones entre los yumas. Los indios deseaban las misiones pues creían que los españoles tenían una fuente inagotable de comida, que se les proveería de carne, vestidos, cuentas de vidrio, herramientas de hierro y otros bienes de consumo. Cuando las promesas de Anza y Garcés no se cumplieron, Palma viajó dos veces hasta Altar con sus súplicas. "Prometer es mas que deber", dice un viejo adagio castellano y el cacique estaba perdiendo credibilidad y prestigio ante su gente que aguardaba ansiosa la llegada de los misioneros, no por la Gracia de Dios que esperaba llevar Garcés, sino por los mundanos alimentos y chucherías. Croix autorizó el establecimiento de las misiones pero sin tener fondos como financiarlas adecuadamente, limitó sus gastos y recursos a extremos peligrosos. Por ejemplo, se destacaron doce soldados como custodia, pero no se les permitió llevar a sus familias. El roblema de las relaciones con las mujeres indias iba a surgir como en California. No se desanimó Garcés y en agosto de 1779 llegaba a Yuma con dos soldados, falto de provisiones y con las manos vacías en lo que a obsequios se refería. En octubre se le unió el padre Diaz con el resto de los soldados y en iguales o peores condiciones. Los misioneros y su escolta tenían que subsistir de lo que les proveían los indios, invirtiendo los roles que los salvajes esperaban jugar.

A principios de 1780 se decidió establecer dos colonias bajo condiciones muy diferentes de las que existían en la frontera norte y en California. Fueron éstas Purísima Concepción en la ribera sur de la confluencia del Gila con el Colorado y San Pedro y San Pablo Vicuñer unos 20 kilómetros más al norte en la rivera oeste del río.(21)

La motivación principal para esta innovación era la falta de recursos y dinero. Imposibilitado de obtener el respaldo y la ayuda para una misión en regla, Garcés sugirió y obtuvo permiso para una combinación de los tres elementos: misión, presidio y pueblo. Este sistema iba a funcionar mejor según Garcés pues los yumas estaban acostumbrados a la propiedad individual de la tierra.(22)

Esta organización puede haber resultado en grandes ahorros al tesoro real pero no tenía la ventaja de ninguna de las tres instituciones. No se amuralló ni se hizo preparativo alguno de defensa, se dividió la fuerza, con un sargento al mando de un destacamento y un alférez en otra. (23)

Los padres ejercían sólo labores espirituales, los neófitos deberían seguir viviendo en sus rancherías y ganando su propio sustento como antes de la llegada de los padres. Dice Palou: "Fue bajo este plan tan totalmente diferente del que habíamos seguido aquí, que muy pronto se mostrarían diferentes resultados." (24)

Croix en su informe a Gálvez para 1781 dice que ha confiado el mando de la guarnición al alférez Santiago Yslas y que le ha ordenado que divida las aguas y las tierras en tres clases: soldados, colonos y yumas.(25)

Ya el asesor Galindo había prevenido que era ilegal ocupar la tierra de los indios y ante la escasez de buena tierra, la falta de agua-- el año 178O-1 fue uno de severa sequía-- era peligroso quitar los terrenos de plantaciones que cultivaban los yumas para dárselos a colonos o soldados. Como apunta Chapman, "Los españoles pusieron poca atención a los derechos de los indios al distribuir la tierra y el ganado pisoteó los sembrados de los yumas."(26)

Yslas no demostró tampoco mucho espíritu militar ni sentido común en el desempeño de su cargo, faltas que iba a pagar con su vida. Hizo arrestar al hermano de Palma por falta de respeto a Garcés sin considerar la alta posición social que el indio ocupaba. Luego azotó publicamente a varios indios. Añádase a esto el despojo de las tierras, lo miserable de los esperados regalos en calidad y cantidad y el pisoteo del ganado a las pocas plantaciones que pudieran mantener. Nadie dudaría, mirando en retrospectiva que la situación era peligrosa. Pero Yslas, no tomó medida alguna. No apostó centinelas ni de día ni de noche, no buscó lugares para la defensa, ni envió patrullas que salieran al campo para enterarse de cualquier preparativo bélico.

A fines de Mayo de 1781 llegaba Rivera con su gente arriando casi mil bestias entre caballos, mulas y burros. El capitán los dejó forrajear en lo que quedaba de las plantaciones yumas y en el mesquite. Fue lo que colmó la indignación de los indios. Una vez que la tropa se dispersó--salió el grueso de la fuerza a California y la escolta retornó a Altar-- los indios prepararon un sorpresivo ataque. Al amanecer del 17 de Julio de 1781, caían los guerreros yumas y sus aliados vecinos, sobre San Pedro y San Pablo y procedían a matar a garrotazos a los hombres llevándose cautivas a las mujeres con sus niños. Cayeron también los sacerdotes Diaz y Moreno. El altar de la iglesia fue despojado y sus accesorios arrojados al río, las casullas y otras vestimentas robadas y luego se pegó fuego a todos los edificios. Sólo un hombre logró escapar de esta masacre y huyó a dar la alarma a Sonora. Casi simultáneamente caía una segunda ola de guerreros sobre Purísima Concepción, al mando del propio Salvador Palma. Se siguió igual procedimiento. Junto con sus fieles cayeron el legendario Garcés y su acompañante, el joven sacerdote Barreneche.

Al día siguiente, ambos grupos atacaban el campamento de Rivera en la otra ribera del río. Del combate de Yuma, como el de Little Big Horn o el de Tucapel, no se tienen más noticias de las que dieron los indios: no sobrevivió ninguno de los defensores.(27)

Según una versión, Rivera alcanzó a cavar una trinchera defensiva. Formó una línea de tiradores a caballo que lanzaron una primera descarga. La enorme multitud de atacantes no se intimidó y cargó sobre la trinchera donde se habían refugiado los soldados a los que ultimaron a golpes.

¿Cuánto tiempo de aviso alcanzó a tener Rivera del peligro que corría? No lo sabemos, pero la preparación de una trinchera indicaría algunas horas. Es muy fácil criticar a posteriori las operaciones militares pero, ¿porqué no huyó Rivera con su gente? Consideró talvez que su deber era morir con los misioneros. Otra alternativa habría sido usar una táctica probada en la frontera: maniobrar detrás de la caballada en estampida. Con 400 o más bestias talvez habría podido abrirse paso. Sea como fuere, el hecho es que en Yuma terminó su carrera el capitán Don Fernando Rivera y Moncada. A pesar de todos sus defectos fue un soldado valiente hasta la muerte. Tenía 70 años y debe haber pasado 50 de ellos en la silla de montar.

En el panteón de héroes del ejército español y mexicano debería estar junto a Rivera, el alférez Cayetano Limón. Hombre de más de mediana edad, si hemos de considerar que su hijo, también soldado, combatía junto a él, Limón iba a desplegar un valor y lealtad a su jefe que iba más allá de las obligaciones del deber. Según ordenes expresas de Croix, "este oficial debe regresar con la rapidez posible", siempre que Neve no dispusiera otra cosa. Neve no lo necesitaba pues como ya se ha visto había dispuesto aplazar la fundación de Santa Barbara hasta después de la temporada de lluvias. Cuando se acercaba a Yuma en su viaje de retorno, encontró un grupo de indios que le dieron a entender lo que había sucedido. Limón pudo fácilmente haberse retirado pero decidió seguir adelante a pesar del evidente riesgo. Si no podía prestar ayuda, por lo menos podría informar con conocimiento de lo sucedido. Dejó a dos hombres al cuidado de las bestias de carga con instrucciones de retirarse en caso de peligro o si él no volvía. Al llegar al pueblo encontró cenizas y desolación, ruinas y cadáveres por todas partes. El cuerpo del padre Moreno había sido decapitado. Poco más alcanzó a ver, pues se vio inmediatamente atacado y tuvo que retirarse combatiendo por dos días. Tanto él, como su hijo, estaban heridos y los dos hombres que cuidaban las acémilas habían sido muertos.(28)

Estas fueron las nuevas que recibió Neve el 30 de Agosto de 1781. Dice Palou que al recibir estas noticias Neve decidió postergar la fundación de la misión y presidio. Pero, ya se ha visto, no era así. La decisión de Neve estaba tomada antes y se debía que en el lugar escogido para el presidio no había madera. Toda la construcción sería de adobes y éstos no podían cortarse en el invierno.

El Real presidio de Santa Barbara

Neve estaba convencido de que la fundación de las misiones y del presidio en Santa Barbara eran de capital importancia y nada ni nadie debería impedirlo. (29)

Mientras Limón cabalgaba a matacaballo hacia San Gabriel, Croix, enterado por aquel único sobreviviente de Vicuñer, había organizado rápidamente una expedición punitiva contra los yumas y ordenado a Fages, ahora teniente coronel, que cabalgara con toda la fuerza posible a unirse con Neve para dar una batida general a las fuerzas de Palma y sus guerreros.

Mientras tanto Neve había escrito a Serra pidiéndole que le enviara los misioneros pues pensaba fundar la misión de Buenaventura con la llegada de la primavera. Al recibir la carta del gobernador Serra, que se encontraba con sólo un fraile en Carmel pues los seis misioneros prometidos no habían llegado, decidió ir personalmente para participar en la fundación. El 13 de marzo llegaba a San Gabriel después de pernoctar en el nuevo pueblo de Los Angeles. Departió amigablemente con Neve. Estos dos hombres de tan distintas personalidades y tan fuerte carácter podían conversar amigablemente y compartir ideas cuando sus metas coincidían. Esa noche acordó con Serra los planes para levantar la misión y al día siguiente salían Neve y Ortega con los padres, 70 soldados con sus familias, arrieros, y los neófitos que iban a ayudar en la construcción.

Antes de terminar la primera jornada fueron alcanzados por un mensajero que venía a notificar al gobernador del arribo de Fages a San Gabriel con un fuerte contingente de tropa. Neve delegó el mando a Ortega quien ya había dado detallada instrucciones, y regresó a encontrarse con Fages en San Gabriel.

En 1780 Ortega actuando bajo ordenes de Neve había explorado cuidadosamente la región en compañía del sargento Robles. El lugar ideal estaba más al sur del que había escogido Neve. Tenía agua abundante, la tierra parecía fértil y había bosques para sacar la madera necesaria. Neve no cambió el lugar para el presidio pero en el lugar escogido por Ortega hizo levantar la cruz y el día de Pascua de Resurrección de 1782, 31 de marzo, quedó fundada la misión de San Buenaventura. Se levantó una capilla, se le rodeó de una empalizada y dos sacerdotes veteranos, Serra y Cambón quedaron temporalmente a cargo mientras llegaban los nuevos misioneros. Aunque los indios habían ayudado con gran entusiasmo en la construcción, Ortega dejó 14 soldados de custodia. Mientras tanto, Neve en San Gabriel abría los pliegos enviados por Croix. Como siempre, el general dejaba a juicio del coronel los procedimientos. Le sugería que conociendo él el territorio y estando sobre el terreno, actuara como mejor le pareciera, incluso aplazando la campaña contra los yumas hasta el otoño. Neve optó por continuar la ocupación del canal haciendo uso de la tropas de Fages y empezar la campaña contra los yumas en septiembre cuando las cosechas estuvieran ya maduras y el río más bajo de manera que pudiera vadearse con facilidad. Fages por su parte, le informó de dos campañas contra los yumas, en ninguna de las cuales había tenido mucho éxito pues los indios se habían retirado a lugares inaccesibles pero había sido posible rescatar a la mayoría de los cautivos.

Tomada la decisión, Neve cabalgó hasta Buenaventura, aprobó del progreso que se había hecho y dejando un grupo de gente con la escolta para que la terminara, guió personalmente la expedición, siguiendo la línea de la costa hasta el Arroyo de la Laguna, sitio escogido para el cuarto presidio de California.

Neve hizo levantar, antes que nada, la muralla de adobes que serviría de resguardo al presidio. Estableció las mejores relaciones posibles con los chumash, especialmente con su jefe Yanolali con quien contrató el trabajo indígena y a quien informó de su poderoso rey quien lo protegería de sus enemigos. El 12 de abril se inauguraba con las debidas ceremonias religiosas presididas por Serra, el presidio. En menos de un mes ya se levantaba la bodega, el cuartel y un cuarto de guardia, todo dentro de la clausura que circundaba el patio de las armas. La construcción completa era de adobes y el propio Neve supervisaba su construcción.

Serra sin embargo no estaba muy contento. El lugar escogido para el presidio no contaba con su aprobación y aunque en Buenaventura se habían observado los mismos procedimientos que en las misiones anteriores, aquí en Santa Barbara el gobernador no daba señal alguna de iniciar la construcción de la misión, de proveer a los indios herramientas o semillas, enfin, de no interferir con ellos en forma ninguna, dejándolos vivir como lo hacían, de la caza y de la pesca y viviendo en sus rancherías. Este sistema. perfectamente bien determinado en el reglamento, iba a quitar a los frailes todo su poder económico y reducir su autoridad sólo a asuntos espirituales. Neve sin revelar su pensamiento, le hizo ver que la cantidad de indios, su manera de vivir, la falta de terrenos agrícolas y la situación geográfica especial eran motivos suficientes para terminar primero el presidio. Serra no quiso esperar y decidió retornar a Carmel. El gobernador tenía que partir a la campaña contra los yumas. Tropas de Sonora lo esperarían en el Colorado para encerrar a los indios entre dos frentes de caballería española. Serra enterado ya del reglamento, se negaba a enviar los misioneros necesarios para llenar los cargos de las dos misiones que faltaban. Dejando el presidio casi terminado, Neve salió con Fages a combatir a los yumas a fines de agosto, 1782.

Cuando se encontraba en camino, a comienzos de septiembre los alcanzó un correo. Los oficios habían sido firmados tres meses antes y tenían ascensos para ambos coroneles. Neve era nombrado Inspector General de las Provincias Internas, Fages gobernador de California. Se despidieron pues estos dos soldados para seguir en rumbos opuestos. Fages de vuelta a San Gabriel, a Santa Barbara y Monterey. Neve hacia el Colorado donde cruzaría el río para no volver.

Felipe de Neve en las Provincias Internas

Neve llegaba con 60 lanceros a las márgenes del Colorado. En la ribera opuesta el capitán José Romeu lo esperaba con 108 dragones de Sonora y una pieza de artillería. A los pocos días se le juntaban casi mil indios aliados. Con esta fuerza considerable intentó Neve atacar a los yumas. Sólo se les encontró en una escaramuza sin importancia. Se ocupó y quemó una ranchería yuma y nada más. Neve decidió dar por terminada la campaña. El terreno, la dispersión del enemigo y la falta de un objetivo claro, se oponían a la campaña. Neve dio por perdida la zona y culpó a Anza y Garcés de dar informes inciertos y hasta falsos de la verdadera situación. Las consecuencias del ataque de los yumas fueron profundas. Se cerró definitivamente la ruta abierta por de Anza y aunque quedaba establecido que una escolta militar formada por una veintena de soldados podía abrirse paso por el Colorado, la ruta no volvió a abrirse. El resultado fue que la aislación de Alta California continuó y no llegaron nuevos emigrantes en números suficientes para establecer las ciudades que la nueva colonia necesitaba.

El resto de la carrera de Felipe de Neve no corresponde a la historia de California, pero este hombre extraordinario, reformador, fundador, innovador y talvez salvador de California, siguió su carrera como Inspector General y en febrero de 1783 reemplazó a Croix como Comandante General de las Provincias Internas, cargo en la Nueva España sólo secundario al de Virrey. Se le ascendió a brigadier y el rey le otorgó la Cruz de Carlos III en mérito a sus servicios. El 21 de agosto de 1784 falleció en el estado de Chihuahua. Siete días más tarde fallecía en Carmel Fray Junípero Serra.

NOTAS AL CAPITULO 4

1. Hoja de servicios, AGI, Guadalajara, 281. Copia en el Archivo Beilharz.

2. Neve a Bucarelli, Loreto, Octubre 30, 1775. Archivo de California, Papeles de Estado, Vol. 22, I, 147-149.

3. Beilharz, Neve, p. 17 y Neve a Bucarelli, Monterey junio 3, 1777, Archivo General de Indias, Guadalajara, 515.

4. Carta de Neve al virrey, Febrero 26, 1777. Prov. Rec. MS i, 139-40. Bancroft y AGI 275, Archivo Beilharz.

5. Las instrucciones de Bucarelli a Croix pueden verse en el Archivo General de la Nación, Reales Cédulas, Vol. 108, fjs. 178-188 y han sido publicadas en Boletin del AGN, Segunda Serie, Tomo VI, número 3, pp. 445 a 476.

6. Talvez deba recalcarse aquí que los yumas fueron los únicos que en dos ocasiones atacaron a los españoles. Estos ataques organizados vendrían a confirmar la teoría de que la guerra está en el origen del estado pues eran sin duda, uno de los pocos grupos indpigenas con cierta organización política.

7. AGI, Guadalajara 271, copia en Archivo Beilharz.

8. AGN, Marina, Vol. 37. fjs. 270-271.

9. Fages, Alta California, p. 82

10. AGI, Guadalajara, 516. Archivo Beilharz.

11. Bancroft, History of California, Vol. I, p. 316

12. Archer, El ejército en el México Borbónico, p. 337. Esta situación era común en los ejércitos europeos en que las deserciones eran un problema crónico. Veáse por ejemplo Principes generaux de la guerra de Federico en que detalla los medios para impedir la deserción de la tropa.

13. Bean y Rawls, California, p. 18

14. Los indios aceptaban a un número de homosexuales que los primeros exploradores describen como "joyas" o "coyas". Veáse por ejemplo el diario de Constansó: "La falta de Interprete no permitió averiguar que clase de Hombres eran ni a que Ministerio se destinaban, aunque todos recelaron defecto en el sexo o algún abuso entre aquellos Gentiles."(p.49)

15. De estos precios el que se presta mejor a comparación es el de la fanega de trigo. En cuanto a su equivalencia con otras monedas, en 1791 Alexander Hamilton bajo mandato del Congreso, establecía el dólar como equivalente al peso.

16. Beilharz y DeMers, San José contiene una excelente y bien documentado relación de los primeros días de San José, pp. 14-56.

17. Beilharz, Neve, p. 88

18. Neve a Croix, abril 3, 1779 solicita incremento de tropas para cubrir los presidios y Archivo General de Indias, Guadalajara, legajo 271.

19. Hoja de Servicios de José Darío Argüello, 1781. Copia en Archivo Beilharz. Neve escribió también unas Instrucciones para la Fundacion de Los Angeles, 26 de Agosto, 1781. Hay una copiosa documentación sobre esta fundación en Archivo General de Indias, Guadalajara, expediente número 271.

20. Beilharz, Neve, p. 109

21. Existen discrepancias entre los historiadores en la ubicación de estas dos poblaciones. Bancroft, Chapman y Forbes las ponen al sur de Concepción. Beilharz, basándose en Yslas que fundó ambas ciudades, afirma que estaban al norte de Concepción y hacia el Oriente. La cita de Yslas dice "haverse hallado un sitio por la misma Línea del Río de este primer pueblo de Conepn.(sic) por parte de Arriva al oriente con distancia de cinco leaguas." Beilharz, Neve, p. 180.

22. Chapman, Spanish Alta California, p. 408

23. Dice Croix en su Informe de 1781 que si se traslada el presidio de San Miguel de Orcasitas para proteger los pueblos el costo sería de 18.998 pesos y 6 reales pero que sólo se han asignado 4.774 pesos anuales para el mantenimiento de los colonos. Thomas, Croix, p. 221.

24. Palou, Serra, p. 234

25. Informe de Croix a Gálvez, citado por Thomas,Croix, p. 220 . Los párrafos 523-532 sobre la provincia de Sonora se refieren con gran detalle a estos pueblos.

26. Chapman Spanish California, p. 142

27. Fages informaba a Croix el 29 de octubre de 1781 desde Sonoita que los muertos ascedieron a 105, 63 hombres y 42 mujeres. Se rescataron 15 hombres y 59 mujeres y niños, 6 quedaban prisioneros. Archivo General de Indias, Guadalajara, 517.

28. Croix recomendaba a Gálvez que se ascendiera a Limón por su valiente proceder. Archivo General de Indias, Guadalajara, 517. Accedida esta recomendación, Limón fue ascendido a teniente el 10 de Noviembre de 1782. Limón cayó en su ley, víctima de una emboscada de los apaches en agosto de 1795. Archivo General de Indias, Guadalajara, 293.

29. Igual convencimiento tenían Croix y Gálvez. Veáse su comunicación, febrero 23, 1780 , Archivo General de Indias, Guadalajara, Legajo 271, números 103-113.  

Prólogo

Expediciones marítimas

La expedición fundadora

Primer Gobierno de Fages

Felipe de Neve y su gobierno

Segundo Gobierno de Fages

Gobiernos de Romeu y Arrillaga

Los intentos de colonizar el noroeste

Gobierno de Borica

La primera década del siglo diecinueve

Los rusos

¡Ah, Independencia! Gobierno de Solá

El año de los Insurgentes

Los últimos años de gobierno español

Bibliografía

 

Home 

Regresar