CAPITULO ONCE
Gobierno de Sola
El grito de Dolores que tan profundamente iba a afectar la vida social y política de México no tuvo efecto alguno en California. Si bien es cierto que la provincia se mantuvo nominalmente en el campo realista, en el fondo, se trataba más bien de indiferencia. La correspondencia con la corte del virrey no se suspendió y los franciscanos en México, realistas en su inmensa mayoría, enviaban noticias de victorias aplastantes, de derrotas irrecuperables por parte de los insurgentes, de la sofocación total del movimiento independiente. El correo privado puede haber traído algunas noticias favorables a los rebeldes pero es indudable que existía un desconocimiento total de los sucesos ocurridos en México.
Los efectos del movimiento insurgente se iban a dejar sentir en el aspecto económico. Durante todo el año 1811 no se recibieron las memorias con las provisiones y productos que se enviaban de San Blas. Los paquebotes no llegaron y el situado con la paga para la guarnición no se pudo enviar. Los soldados y otros habitantes de los presidios miraban con envidia a los frailes de las misiones que poseían las mejores tierras, trabajo gratis por parte de los indios y huertos regados donde crecían árboles con naranjas, uvas, peras, manzanas y otras frutas de las que extraían vinos y licores. Sus excedentes les permitían comerciar, a veces ilegalmente, con los mercantes extranjeros y así podían obtener telas y otros artículos que se consideraban un lujo en California. Y sin embargo, el padre Señán se quejaba a sus superiores en México:"... esperamos que le sea posible enviarnos un cajón o dos con alguna franella y otras telas, unos hierros y algunas resmas de papel. Estas se aceptarían con gratitud y los miraríamos como un favor especial. La falta de hierro es aguda, nuestro papel está ya casi acabado y las telas se necesitan especialmente para vestir decentemente a nuestras familias."(1)
Se supo en California que el paquebote Santísima Virgen que regresaba de California había sido capturado por los insurgentes que habían ocupado San Blas apoderándose de los víveres y mercaderías que allí se almacenaban para enviarse a California. En el buque viajaba a México el nuevo habilitado general, José de la Guerra que fue capturado junto con su cuñado, José Antonio Carrillo. De la Guerra ha contado una espeluznante aventura en la que se escapó de ser fusilado gracias a que un soldado reconoció a Carrillo como miembro de una familia "liberal" en California. Liberado por el general realista José de la Cruz, Carrillo y de la Guerra participaron en Tepic en la defensa de la ciudad contra los insurgentes. De la Guerra que había acumulado considerable capital con sus negocios en San Diego, pudo comprar el bergantín Princesa Real y con pasaporte del virrey Venegas, trasladarse a Monterey con su esposa y cuñado. Es probable que haya traído mercaderías que vendió a buen precio.(2)
Mientras tanto, Arrillaga sin dinero ni recursos, tuvo que alimentar y vestir a la tropa de los presidios con sus propios medios. El gobernador pudo obtener abundantes productos alimenticios de las misiones. Los misioneros se encontraban en una incómoda posición. Por un lado, no estaban dispuestos a desprenderse de sus productos sin recibir su remuneración correspondiente y en algunos casos alegaron que las ordenanzas reales no permitían que se despojara a los indios de sus bienes. Siendo el producto de las misiones propiedad de los neófitos, no era justo que se usara de ellos para alimentar a los soldados. Pero por otro lado, nadie sabía mejor que los frailes que sin el respaldo de las custodias y la tropa de los presidios, las misiones no podían sobrevivir. No quedaba otra alternativa entonces que aceptar los recibos del gobernador contra la tesorería real por el pago de maíz, trigo, carne y otros productos agropecuarios que producían las misiones en abundancia. Temían los misioneros, y con toda razón, que no se les pagaría, lo que en efecto sucedió.
Estado de los presidios y la tropa 1810-1814
En San Diego el teniente José María Ruiz mantuvo el mando de la compañía presidencial hasta 1820 por ausencia del titular Ignacio del Corral que nunca llegó de México. Ruiz se desempeñó también como habilitado desde 1801 hasta 1813 cuando de la Guerra regresó de México y asumió el cargo. Ignacio Martínez ejerció como alférez de la compañía hasta 1817 y los sargentos eran José María Pico y Joaquín Arce.
La fuerza militar era de aproximadamente cien hombres, incluyendo 23 inválidos, 20 de los cuales vivían en Los Angeles o en sus propiedades agrícolas. Las custodias mantenían a 25 soldados viviendo en las misiones. Ninguno de estos soldados recibiría sueldo alguno entre 1811 y 1822. Fue necesario carnear el ganado del rey y cargar su valor a las cuentas del presidio. Se distribuyó el tabaco como parte de la remuneración hasta donde alcanzó. El maíz y el trigo que consumían los soldados y sus familias era entregado por las misiones que proveían además de avena, sebo y otros productos. En sólo dos ocasiones fue posible comprar mercaderías de buques extranjeros y éstas fueron distribuidas entre los soldados. La ropa era un serio problema y sólo era posible obtener telas gruesas, toscas y de muy mala calidad de las misiones.
El presidio de Santa Barbara estaba bajo el mando de José Argüello, cargo que retuvo hasta 1815 cuando fue nombrado gobernador de Baja California. Don José, apodado "el santo" por Arrillaga, era un hombre fuerte de cara morena. Era natural de Querétaro. Ejercía su cargo imponiendo una dura disciplina pero al mismo tiempo con gran justicia y ecuanimidad. Era respetado por el gobernador y sus superiores, sus cuentas siempre fueron claras y precisas. Era un hombre muy querido por la tropa que a pesar de haber surgido de las filas, tenía una buena educación. Esta educación fue traspasada a sus hijos a los que guió y ayudó en su carreras militares. Su hijo Santiago era cadete en Santa Barbara hasta 1817. En cuanto a la mantención de la tropa, debemos asumir que fue similar a la de San Diego, esto es, las cinco misiones que protegía el presidio abastecieron de alimentos a los soldados. Santa Barbara muestra sin embargo, contactos con varios buques extranjeros. Numerosos cazadores de nutrias actuaban en las islas y el canal. El Mercury fue capturado con su capitán Ayers en 1813; el Pedler fue retenido y su actividad investigada en 1814; el Athala, recaló en la bahía en 1815; los anglo-americanos Lydia y Albatross fueron capturados también en 1815. Los capitanes Smith y Gyzelaar retenidos en Santa Barbara y el Traveler, capitán Wilcox, comerció con Monterey, Santa Barbara y hasta Loreto, en 1817. El capitán Gyzelaar se alojó, probablemente junto con Smith, en la casa del comandante Argüello con quien trabó una gran amistad. Más tarde le correspondería avisándole del peligro que representaba Bouchard.
Argüello tuvo como teniente a Ignacio Martínez quien estuvo ausente del presidio con otras destinaciones buena parte del tiempo. En 1818 se nombró teniente a Gabriel Moraga. El alférez José Joaquín Maitorena servía como habilitado y los sargentos eran tres: Guillermo Cota, Carlos Carrillo y Juan Ortega. La compañía del presidio consistía de 56 soldados.
Santa Barbara fue la región más afectada con el terremoto de 1812. Si bien no hubo que lamentar desgracias personales, los daños al presidio fueron de tal magnitud que se pensó reconstruirlo en otro lugar. El sismo destruyó la mayoría de los edificios de la misión Purísima y en San Juan Capistrano, el techo de la iglesia se derrumbó durante una misa pereciendo más de 50 neófitos.
En San Francisco el comandante era Luis Antonio Argüello con el grado de teniente ya que el capitán Rodríguez se encontraba en México. El habilitado era su hermano el cadete Gervasio Argüello. Gabriel Moraga era el alférez y en ausencia del capitán-comandante servía las labores de teniente. Los sargentos eran José Sánchez y Luis Peralta. Este último como comisionado en el pueblo de San José. El presidio de San Francisco fue aprovisionado por las misiones de Santa Clara y San José probablemente las de mayor producción en California. La carne provenía del rancho del rey. Fue también posible, como ya se ha visto, intercambiar mercaderías con los rusos.
Luis Antonio Argüello desplegó gran actividad constructora. Empezó con la reconstrucción del fuerte de San Joaquín del que estuvo a cargo el teniente Manuel Gómez del Real Cuerpo de Artillería con cuatro artilleros. Toda la construcción fue fruto del trabajo de presidiarios o convictos de los que debe haber habido una abundancia extraordinaria pues se habla de 25 presos que escaparon en una ocasión. La función de la guarnición se limitó a custodiarlos en sus horas laborales.(3)
El comandante se empeñó también en la reconstrucción del presidio empezando por la plaza de armas, la capilla que quedó en condiciones de permitir una primera misa en febrero de 1816. Adalbert von Chamisso que viajaba en el bergantín ruso Rurik escribió," un fuerte levantado en una buena posición, guarda la entrada a la bahía de San Francisco. El presidio es de reciente construcción de piedra y ladrillos de adobe y cubierto con tejas. La construcción de la capilla no se ha comenzado todavía."(4)
Choris, miembro de la misma expedición añade:
El fuerte situado en la entrada y en la ribera sur, está equipado para la eficiente defensa de esa entrada. El presidio de San Francisco está, a más o menos, una milla marina del fuerte y en el mismo lado; tiene forma cuadrada y tiene dos puertas que están constantemente custodiadas por una fuerte compañía de hombres. Los edificios tienen ventanas que dan sólo hacia el interior. El presidio está ocupado por noventa soldados españoles, un comandante, teniente, comisario y un sargento. La mayoría son casados. Los hombres y mujeres son altos y fornidos. Muy pocos soldados se han casado con indias. Son buenos jinetes y dos de ellos pueden fácilmente enfrentar a cincuenta nativos"(5)
Choris nos ha dejado también una litografía que presenta un presidio distante pero en buenas condiciones. Un lancero aparece escoltando un grupo de indios en perfecta formación militar que parecen ir o venir del trabajo. Choris encontró el destacamento bien abastecido de maíz, trigo, patatas, en una palabra, de todos los productos de la tierra.
En Monterey residía el gobernador Arrillaga y comandaba la compañía el teniente José María Estudillo. El alférez era José Estrada que servía también como habilitado. Raimundo Estrada era cadete. Los sargentos eran Ignacio Vallejos y José Dolores Pico. El cirujano residía en Monterey y era Manuel Quijano que había reemplazado a José Benites en 1807.(6)
La compañía consistía de 81 soldados y 28 inválidos que vivían en los alrededores del presidio. El presidio, además de proveer 25 hombres para la escolta de seis misiones, cubría el pueblo de San José y el rancho del rey.
Los edificios del presidio habían cambiado poco. Las paredes construidas por Neve de cal y piedras se mantenían en buenas condiciones y se había techado todo el conjunto con tejas. Sólo faltaba completar la casa del teniente. Monterey sufriría como las otras instalaciones, la falta de recursos ocasionadas por la rebelión insurgente en México. Por ser la sede del gobernador, pudo comerciar con un poco más de libertad con los mercantes. Los granos y otros productos agrícolas fueron suministrados por las misiones de San Juan, Santa Clara y San Antonio. Santa Cruz apenas podía con si misma y Branciforte había probado ser un fracaso social y económico.
La fuerza militar del real ejército en California hacia 1814 puede resumirse así:
Presidio |
San Diego |
Santa Barbara |
San Francisco |
Monterey |
Totales |
Oficiales |
2 |
3 |
3* |
5** |
13 |
Soldados |
69 |
66 |
68 |
81*** |
284 |
Artilleros |
4 |
0 |
4 |
5 |
13 |
Inválidos Otros |
25 |
31 |
12 |
31 |
99 |
* Es posible que los oficiales fueran 3 si se
incluye al teniente Gómez de la artillería.
** Incluye gobernador y cirujano
*** Incluye un sangrador
Visita del Racoon
El 14 de enero de 1814 llegaba a San Francisco el bergantín Racoon de la Real Armada Británica. Los comandantes de presidio habían recibido ordenes de mantener una estricta neutralidad en la guerra entre Estados Unidos e Inglaterra de 1812. Pero el Racoon necesitaba urgente ayuda. Después de golpear el fondo dos veces en el río Columbia, la nave apenas pudo llegar a puerto luego de un viaje desesperado en que la tripulación tuvo que bombear constantemente. Después de dos semanas de descarga, el buque fue encallado y reparado lo mejor posible.
Recientemente la biblioteca Bancroft adquirió en Inglaterra un manuscrito marcado "Secret" (Secreto) que relata las experiencias del buque en las costas de California. El autor es desconocido pero se puedo presumir que se trataba de uno de los oficiales. Describe el puerto así:
Las fortificaciones de este lugar son tales que hablan por sí solas de ser gentes de mentes tranquilas y pacificas. Hay dos fuertes, uno a la entrada y el otro a medio camino. Ambos están en malas condiciones, éste último cubierto por árboles y arbustos; hay en el 8 cañones de bronce de 18 libras. El otro monta 5 largos de 32 libras y 5 largos de 24 libras, todos de bronce.(7)
Después de recibir en préstamo 42 arrobas de pólvora para reponer la que se había inutilizado al inundarse la santabárbara, zarpó el Racoon con rumbo a Monterey donde fue recibido con igual cortesía por Arrillaga. Después de terminar sus reparaciones en ese puerto, zarpó hacia Hawaii en cumplimiento de sus ordenes. (8)
La visita de este buque fue motivo para que un oficial desconocido, probablemente el mismo autor del relato "secreto" dejara dos dibujos a lápiz, uno de San Francisco que muestra el fuerte y el presidio y otro de Monterey, que le pareció de un paisaje mucho más hermoso que ningún otro de los que habían visitado. El presidio de Monterey aparece como una construcción rectangular con corredores y postes hacia el interior.
Muerte de Arrillaga
El 24 de Julio de 1814 falleció el gobernador Don Joaquín de Arrillaga. Tenía a la sazón 64 años y el grado de Coronel de Caballería. Su muerte ocurrió en la misión de Soledad donde se le dio sepultura. Dejó fama de hombre honrado, trabajador y justo. Nunca se casó. Fue amigo de los misioneros, protector de los indios, ejemplo para sus soldados.(9)
Le sucedió en el mando, como gobernador interino, el más antiguo de los comandantes de presidio, el capitán Luis Argüello, comandante del presidio de Santa Barbara.
Luis Argüello asumió el mando de la provincia y el cargo de comandante-inspector de las guarniciones de los presidios. Muchos de los oficiales esperaban que se nombrara a Argüello gobernador en propiedad pero no fue así. El virrey Calleja al recibir la noticia de la muerte de Arrillaga nombró en Diciembre de 1814 al teniente coronel Pablo Vicente de Solá quien rindió su juramento en Guadalajara ante el general José de la Cruz. Argüello sin embargo, iba a tener su recompensa. Fue nombrado gobernador de Baja California con residencia en Loreto. Los cinco meses que duró la gubernatura provisional de Argüello no muestran sucesos de gran interés. Argüello, como ya se ha visto, trató de imponer una política más dura ante los rusos lo que no produjo efecto alguno. Tuvo que continuar el sistema impuesto por Arrillaga para alimentar a su tropa solicitando ayuda a los misioneros e intercambio lo que pudo con buques neutrales.
Gobierno de Solá
Solá era el tercer vasco consecutivo, después de Borica y Arrillaga, en ejercer la gubernatura de la provincia. Nació en Mondragón, Vizacaya. Poco se sabe de su carrera militar. Nuttall cree que llegó a América como civil y que fue nombrado oficial de milicias. Al estallar la revolución insurgente del Padre Hidalgo, el virrey Venegas reforzó la ciudad de México con varias unidades milicianas y así llegó Solá a la capital como capitán de granaderos del regimiento de infantería provisional de Toluca.(10)
En la lucha contra los insurgentes alcanzó el grado de teniente coronel y es posible que se le haya premiado con el nombramiento de gobernador. Entre 1805 y 1807 había servido como habilitado general para las Californias en la ciudad de México cuando tenía el grado de capitán.
En Agosto de 1815 llegaba a Monterey abordo del Paz y Religión.En la capital de la provincia se le recibió con una pompa inusitada. Le dio la bienvenida el padre Señán a la cabeza de 20 frailes, todos vestidos en sus mejores ropas litúrgicas. Llevaban como acólitos a 20 neófitos, todos vestidos de ropas multicolores, músicos y cantantes encabezados por José el Cantor. Mientras los soldados presentaban armas en su mejores arreos, los oficiales saludaban con sus espadas describiendo centellantes arcos al brillar el acero repujado a los rayos del sol. Los artilleros saludaban con salvas de artillería. Entraron todos en la capilla donde se cantó el solemne Te Deum Laudamus. Terminada la ceremonia religiosa el nuevo gobernador tomó colocación junto al mástil donde ondeaba la bandera del imperio y revistó las tropas. Después del desfile el gobernador dirigió algunas palabras a los asistentes que fueron recibidas con estruendosos "vivas".
Terminada la ceremonia religiosa y militar, el nuevo gobernante fue recibido por 20 muchachas vestidas de blanco encabezadas por la hija de Estudillo que le besaron las manos. Siguió un suntuosa banquete con lo mejor que podía disponerse de la provincia. A las tradicionales viandas de carne, aves y pescado, se añadieron aceitunas de San Diego, vinos de San Fernando y pasteles confeccionados con la harina flor de San Antonio.
Faltaba todavía la celebración popular. Los soldados mostraron sus habilidades de vaqueros y jinetes y luego el tradicional espectáculo de California: la pelea de un oso con un toro. Terminaba la celebración en Monterey con un gran baile que duró toda la noche.(11)
Es de suponer que Solá fue recibido en misiones y presidios con iguales festividades. Pero se abocó pronto al trabajo de su administración que le traía varios problemas: los rusos, el contrabando de mercaderías, la falta de situado, la caza ilegal de la nutria y foca. Poco pudo hacer. En Junio de 1816 se le notificaba de que insurgentes chilenos bloqueaban Guayaquil y el Callao con lo que se suspendía también su único nexo de comercio legal, los buques de Lima. Las naves limeñas cuyo comercio con Chile se hallaba suspendido, habían llegado hasta California a cargar cueros, sebo, charqui y trigo y descargado mercaderías. Ahora se le cortaba hasta esa débil fuente de suministro. En Octubre de 1816 llegó el San Carlos, primer buque que llegaba desde 1810 pero grande fue la decepción cuando se supo que traía pertrechos de guerra y algunos víveres en tan mal estado que hubieron de botarse al mar. Se recibieron ocho cañones de 8 libras con 800 balas; 100 mosquetones ingleses con sus respectivas bayonetas; 20 cajones de pólvora; 20 mil cartuchos con sus respectivas balas.(12)
Pero Solá contestaba al virrey que se necesitaba la llegada de las memorias, ya con seis años de atraso y todos los comandantes de presidio acusaban la falta de ropas, de artículos manufacturados, de comida y de dinero. Ya se ha visto que la visita del Rurik sirvió para facilitar la discusión de los derechos territoriales usurpados por los rusos, cuando pudo haberse discutido el intercambio comercial que tanta falta hacía.
En 1817 Solá inició sus actividades del año con una visita inspectiva a todos los presidios, misiones y pueblos. Su Informe General al Virey sobre Defensas de la California declara que es imposible desalojar a los rusos con los recursos disponibles.(13)
Las compañías de lanceros de los presidios apenas si pueden proteger a las misiones y como están entrenadas y habituadas a la guerra contra los indios, no podrían enfrentar a un enemigo con armas de fuego o con caballería. Las condiciones de la artillería no son mejores: faltan los artilleros, las piezas son defectuosas y están en mal estado. La munición de artillería sencillamente no existe. Para la defensa de la costa se necesita una nueva fuerza de infantería y patrullas de caballería ligera. Hay que suplir a la artillería con nuevos elementos y es imprescindible la presencia permanente de un buque de guerra y de un transporte.
Con gran acierto, Solá prevee la codicia de los anglo-americanos que han estudiado la costa y conocen bien la debilidad de sus defensas y las grandes posibilidades comerciales que los recursos de la provincia pueden proveer. Los buques de Boston y Baltimore vienen bien armados, practican el contrabando y desembarcan con impunidad en caletas apartadas. Solá teme que el contrabando no sea su verdadera motivación en frecuentar la costa.
En cuanto a los indios no es posible contar con ellos pues su lealtad es de dudar y pueden ser comprados por cualquiera potencia extranjera.
Solá no cree que España pueda abandonar la provincia. La potencial riqueza del territorio, su valor estratégico, la enorme conquista espiritual que se ha alcanzado, todo la hacen una valiosa barrera para contener el avance agresivo de ingleses y rusos que tratan de interferir con el comercio de la Nueva España. El informe termina con una descripción de los recursos agrícolas y comerciales del territorio y con su opinión que deben substituirse las fortificaciones costeras por una fuerza de infantería de 200 hombres, cuatro cañones de campaña con sus respectivos artilleros y un buque de guerra. Estos son los elementos que necesita no sólo para expulsar a los rusos sino para defender la provincia.
Ese año de 1817 trajo cierto alivio a la pobre condición de los presidios. Tres buques llegaron desde Callao, San Antonio, Hermosa Mexicana y Cazadora,(14) trayendo mercaderías que se intercambiarían por sebo y cueros. Solá impuso una contribución forzosa a las misiones, consistente en una tonelada de sebo para cada presidio y grabó con impuestos los intercambios. Pudo así obtener algunos de los recursos que necesitaba para aliviar las condiciones de los soldados. Se compraron o intercambiaron mercaderías con el anglo-americano Traveller y con los rusos Chirikof y Kutuzof.
El gravamen de una tonelada de sebo para cada presidio no pudo ser llenado y Solá tuvo que transar en 2.800 pesos o en 3000 arrobas de sebo. Solá pidió que se le proveyera de tela y las misiones respondieron con la entrega de 600 varas de jerga, 380 mantas y 105 sarapes. La falta de ropa era un serio problema para los comandantes de presidio al punto que los soldados y sus familias no podían asistir a misa por falta de vestido. (15)
Hasta 1817 Solá, su tropa y la población a su cargo había sufrido indirectamente de las actividades de los insurgentes en las tierras de México y en los mares de Lima, Guayaquil y la Nueva España. Lejos estaba el gobernador de imaginarse que pronto sufriría en carne propia, la desatada furia del movimiento insurgente americano.
Notas al Capítulo 11
1. Señán al procurador Fray José Guiñez, Buenaventura, abril 18, 1812.
2. Thompson, Fr. Joseph A. ,El Gran Capitán, José de la Guerra, Los Angeles, 1961, p. 18
3. Estos "presos" deben haber sido neófitos fugitivos y capturados pues no es posible imaginar que con la escasa población del territorio pudieran haber 25 prisioneros entre la "gente de razón".
4. Otto von Kutzebue, Voyage around the World, Londres 1821, Vol. III. pp. 39
5. Louis Choris, Voyage pittoresque autour du monde, Paris 1822, parte 3, pgs. 3-4
6. El caso de Quijano se relata en Moes, "Manuel Quijano and the Waning Spanish California", California History, Vol. LXVII:2, Junio 1988, pp. 78-93.
7. Manuscrito en la Biblioteca Bancroft, reproducido en parte en The Voyage of the Racoon, San Francisco: The Book Club of California, 1958
8. Otros documentos que se refieren a la visita del Racoon se encuentran en AGN, Californias. Vol. 8, fjs. 6-8 y 191-206.
9. Su testamento y otros documentos respecto a su entierro se encuentran en AGN, Californias, Vol. 2A, fjs. 252-280.
10. Nuttall, "The Gobernantes" en California Historical Society Quarterly, 51:3, Otoño de 1972, p. 280.
11. Bancroft reconstruyó el fastuoso recibimiento de las memorias de los participantes, niños entonces, que presenciaron la espléndida recepción. California II, p. 209
12. La lista de pertrechos aparece en Papeles de Estado, California, MX, XX, 133.
13. Copia en microfilm de este informe se encuentra en Bancroft Library.
14. AGN, Californias, Vol. 8 fjs. 69-108. Bancroft menciona a la Cazadora como buque de Panamá. Era en realidad una fragata, comandada por Carlos María García, que hacía el tráfico entre Lima y Panamá y en su viaje de regreso desde California, fue capturada por el corsario El Chileno. Veáse el AGI, Gudalajara, legajo 33, México 14, documentos 2 y 4, reproducidos por López Urrutia, La Escuadra, pp. 115-119.
15. Wilcox, comandante del Traveller, citado por Bancroft, California II, p. 217